Dicen que el miedo es libre y desde luego que está usando esa libertad para campar a sus anchas por nuestra sociedad. El miedo es, según la primera acepción de la Real Academia Española, la «sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario». Y también un poderoso instrumento de control, por parte de otros y de nosotros mismos.

Tenemos miedo de que el próximo líder mundial sea un multimillonario caprichoso, excéntrico, machista e impulsivo, si bien la alternativa, aunque parezca más cauta, tampoco inspire demasiada confianza. Nos sigue dando aprensión cada vez que tenemos que coger un avión, aunque esté demostrado que sea el medio de transporte más seguro. Horroriza ir a una gran urbe y que a algún loco le dé, en ese preciso momento, por asesinar a todo el que se encuentre por delante, si bien la vida nos ofrece decenas de modos más traumáticos y estadísticamente mucho más probables de morir. Desconfiamos de aquellos que vienen huyendo del hambre y de la guerra sin reflexionar por un momento en sus verdaderas tragedias, que poco tienen de imaginarias.

Nos da miedo que España siga sin Gobierno, pero ni nos convence el cambio ni tampoco nos movilizamos para que los políticos correspondientes se pongan de una vez de acuerdo. Crea alarma que algunos territorios del país quieran independizarse y decidir su futuro por cuenta propia, pero pocos toman la iniciativa de tender puentes entre unos y otros. Nos escandalizan los casos de corrupción a la vez que en nuestro día a día seguimos recurriendo, si es posible, a la picaresca. En nuestros pueblos, en nuestras calles, hay muchos que todavía se ven coartados en su forma de vivir por el miedo al qué dirán, a ese tribunal social invisible cuyos susurros todavía se dejan sentir y a cuya supuesta superioridad moral probablemente se le olvide que suele ocultar otros pecados más capitales.

El miedo es un sentimiento intrínseco e inevitable para el ser humano, puede provocar pavor, desconfianza o tal vez resignación. La línea que lo separa de la paranoia es demasiado fina y confusa, y en cuanto nos descuidamos un poco se apodera de nuestro modo de vida.

Por eso viene bien ser conscientes de su existencia. Dejar la mente en blanco, borrar los prejuicios y eliminar las fobias. Dar la cara para defender nuestra verdad. Nos puede parecer una tontería pero realmente no lo es. Vamos a probarlo. * Periodista.