WLw a OTAN no será el gendarme global en el que deseaban convertirla los neocon en el momento de su apogeo belicoso. Seguirá siendo una alianza euroatlántica defensiva, con capacidad nuclear, que considera un ataque a uno de los miembros como un ataque a todos ellos y responde por tanto colectivamente.

Pero la última versión de la OTAN que ha nacido en la cumbre celebrada en Lisboa es muy distinta a la reinventada en el año 2000, antes de los atentados del 11-S, y desde luego, poco tiene que ver con la original, creada hace 61 años ante un único enemigo, la Unión Soviética. El instrumento fundamental del nuevo sistema de defensa colectivo será un escudo antimisiles en el que colaborará Rusia después de años de dudas y reproches.

Como atestigua todo lo ocurrido desde el 11-S, el mundo es un lugar mucho más peligroso e impredecible. Las amenazas son hoy en su mayor parte no convencionales. Se refieren más bien al terrorismo global, los estados fallidos y, por tanto, su posible acceso a armas de destrucción masiva, la interrupción de flujos de abastecimiento vitales, la piratería marítima, los ataques cibernéticos o incluso la actividad ejercida por parte de poderosos grupos criminales.

Ante estos desafíos, la OTAN adopta para los próximos 10 años un enfoque más global en el que pesa más la seguridad que la defensa, que apela a las capacidades civiles de sus socios e incluye aspectos políticos. Sin embargo, la naturaleza de dichos desafíos plantea serias dificultades para articular una respuesta.

Por ejemplo, ¿cómo y cuándo responder a un ciberataque? La ambigüedad constructiva citada por el secretario general, Anders Fogh Rasmussen, no es sinónimo de éxito. Por el contrario, puede ser fuente de mayores problemas.

Afganistán, la primera operación de la OTAN fuera del territorio de la Alianza atlántica, será sin duda la prueba clara del éxito o del fracaso de la nueva doctrina. En esta cumbre de Lisboa se ha anunciado el repliegue para el próximo año 2014 de las fuerzas de la Alianza.

Nadie habla de victoria en estos momentos. Simplemente, de que los afganos sean capaces de asumir su propia seguridad. Hasta ahora Afganistán ha puesto de manifiesto los límites de lo que la Alianza puede hacer.

Sería un desastre, no solo para la OTAN, que aquella retirada se convierta en una derrota, como lo fue hace 21 años la emprendida por las tropas soviéticas.