Si se cumplen los rumores, Zapatero volverá al útero materno del PSOE puro y duro a la hora de remodelar su gobierno. Manuel Chaves , único superviviente de la foto de la tortilla de 1968 de la que saldrían todos los dirigentes del felipismo, presidente de la Junta y del partido, dejaría Andalucía para ocupar una vicepresidencia en el Ejecutivo central y José Blanco , nada menos que vicesecretario general del partido, entraría en la desgastada cartera de Fomento. Que Elena Salgado , a quien todos consideran muy cercana a Rubalcaba pero independiente de banderías dentro del mundo socialista, vaya a ocupar una vicepresidencia económica, que en el fondo es más técnica que política, no basta para eclipsar el olor a aparato partidario que destila esta rumoreada remodelación.

Suponiendo que todo esto se confirme, es un gobierno que muchos podrían considerar involucionista en cierto sentido; pero también supone que Zapatero ha recuperado algo de realismo: deja atrás su etapa de acné juvenil y potencia a pesos pesados, incrementando algo la edad media y la experiencia del gabinete, que falta hacía. Zapatero vuelve así sus ojos hacia los esenciales del partido, en lugar de, como le piden desde tantos sectores, abrir su gobierno hacia figuras independientes o incluso conectadas con el mundo de la oposición. Es lo que hizo su admirado Barak Obama , lo que ha intentado su cercano Sarkozy y lo que consumó hace tiempo Angela Merkel en Alemania. Y es lo que parece que piden muchos sectores de la sociedad española. Pero aquí, de gran coalición nada; de pactos de gran alcance con otras fuerzas políticas, poco (solamente el ejemplo afortunado de Euskadi) y de gran cierre de filas, bastante.