Uno de los principales problemas del estado del bienestar es poder hacer frente a los servicios públicos con unos recursos limitados.

De ahí que la gestión, las prioridades y la toma de decisiones jueguen un papel fundamental en la administración de esos fondos, pero también que el modelo utilizado para repartirlos no genere desigualdades de partida entre los distintos territorios.

El modelo actual, el de la solidaridad, es denostado por determinadas regiones y partidos que a lo largo del tiempo rescatan éste y otros temas como quien debate sobre el sexo de los ángeles.

Federalismo, reforma constitucional, limitación del principio de solidaridad o directamente ordinalidad son alguno de ellos.

Tienen un punto en común: no entrar en el fondo del asunto. ¿Han explicado por qué quieren cambiar la Constitución, cuáles son los beneficios del federalismo frente al estado de las autonomías o las bondades de la ordinalidad frente a la solidaridad entre todas las regiones de España?

La respuesta es no. La eterna primacía de la cáscara. Abrámosla.

Esta semana el PSOE ha vuelto a defender la ordinalidad. No es una palabra cualquiera. En sus 11 letras contiene un mensaje claro: discriminación entre regiones de un mismo país. Traducido a datos supone dejar de percibir entre 480 y 610 millones de euros.

Es preocupante que el presidente de la Junta Guillermo Fernández Vara coincida con Pedro Sánchez, pero más aún que coincidan en ese punto, refrendado cuando está de cónclave con sus compañeros de partido, pero del que luego reniega cuando tiene que dar la cara en la región.

Nadando entre dos aguas, firmando con la mano y negando con el discurso lo que ha rubricado.

Fernández Vara tiene la obligación de salir del maletero y perder el miedo a sus compañeros de partido.

Debe hablar claro sobre lo que la ordinalidad significa para Extremadura o será cómplice de instaurar un sistema donde quienes aportan son los territorios y no los ciudadanos con independencia de donde vivan, donde no se tendrá en cuenta nuestra deficiencia y falta de inversiones históricas, nuestra densidad de población, dispersión, baja tasa de natalidad o envejecimiento. Donde los demás parten con ventaja en una Extremadura que calla.