XDxecía aquí atrás que en estos tiempos marcados por el vertiginoso ritmo de la alta velocidad, donde las cosas cambian sin llegar siquiera a merecer el efímero calificativo de modas, tendemos a calificar de históricos demasiados sucesos. No digamos en el ámbito cultural, sobre todo desde que se sustituyó sin rebozo la humilde palabra acto por el pomposo palabro evento . Ya cualquier pequeño acontecimiento lo es, sin importar mucho lo que éste tenga de eventual o imprevisto. Al fin y al cabo, acaece (que no deja de ser un término de cuño filosófico que tampoco desluce). Y sin embargo, no tantos han reconocido como extraordinaria la exposición del pintor extremeño Godofredo Ortega Muñoz que se inauguró, en olor de multitudes, hace unas pocas semanas en el MEIAC de Badajoz (aunque de Extremadura). Algunos de los que han dado cuenta de ella se han permitido incluso sacar a colación (están, cómo no, en su derecho) inevitables mezquindades provincianas que, por eso, abochornan un poco.

Sí, se dirá, que los periódicos le han dedicado no pocas páginas al evento pero, dice uno, otras tantas le han dedicado a la muestra de álvarez Lencero y da auténtico pavor. Ya, ya sé que las comparaciones son odiosas; una buena razón, por cierto, para dar el tratamiento diferenciado que merecen dos noticias cuyo mero cotejo ofende.

Volviendo a lo que importa, la recuperación para nuestro patrimonio pictórico (una parte imprescindible del cultural) de la obra de O.M. merece, esta vez sí, el atributo de histórica . Viene a cerrar, también se ha dicho, una herida: la de no poseer fondos representativos de su producción en nuestro museo regional de arte moderno y contemporáneo, dos adjetivos que, como alguien con el don de la oportunidad ha recordado, le caben al de San Vicente, y con merecimiento. Que sobre el comisario de la magna exposición (valga el tópico) y director del MEIAC, Antonio Franco , descansa buena parte del éxito logrado sólo pueden ponerlo en duda gente retorcidilla, maliciosa o desinformada. De él, que tuvo que negociar durante años con la familia y, bueno es decirlo, de la Consejería de Cultura con su consejero al frente que no ha cejado en el empeño de rescatar para esta tierra una parte sustancial de su memoria y, de paso, a uno de los pintores fundamentales del siglo XX español que, por añadidura, es extremeño. Y, ya que lo menciono, uno de los cuatro o cinco pintores extremeños que en la pasada centuria traspasaron los límites regionales (si es que en el arte hay fronteras) para merecer el título de artistas universales, lo que teniendo en cuenta de dónde venimos no es poco. Un empeño, aclaro, que culmina ahora pero que empezó mucho tiempo atrás y en el que, por eso, se han visto implicadas diferentes personas a lo largo del tiempo, merecedoras de compartir con el resto de los extremeños esta pequeña gran victoria.

Aunque lo suyo sería ir a Badajoz a verlos (siquiera sea por la carretera que la comunica con Cáceres, una de las más tranquilas y hermosas que frecuento) y aprovechar una exhibición única por muchos conceptos, los cuadros de O.M. en una proporción estimable, permanecerán en el MEIAC y, por tanto, a la vista del público de ahora en adelante.

Tras el sofocante estreno, visto y no visto, nada como pasear tranquilamente por las inmensas salas para apreciar en su justa medida las distintas etapas del pintor. Ninguna, me atrevería a decir, tiene desperdicio. Desde sus primeros paisajes montañosos y sus metafísicas visiones italianas, pasando por cuadros tan significativos como Pajaritas de papel o La jaula, hasta llegar a lo que a uno más le importa, los paisajes, llamémosles así, extremeños, castellanos, riojanos y lanzaroteños que le han hecho justamente famoso. Insisto, al impecable orden cronológico, muy didáctico, con motivos significativos de cada período, se une otro criterio del curator digno de ser ponderado: el generoso espacio que ha dado a la muestra, lo que permite apreciar en su verdadera dimensión las obras colgadas.

Otro día entraré en disquisiciones sobre la Extremadura que Ortega Muñoz inventó. Y es que, a mi modo de ver, su pintura suscita múltiples lecturas. Es, en ese sentido, inacabable.

*Escritor