Filólogo

Suelen los partidos políticos emplear buena parte de sus energías en devolverse venablos y didascalias, por eso sobresalta que PP y PSOE anuncien un acuerdo. ¿Habrán llegado a un compromiso para urgir la finalización de la autovía de la 630, se habrán avenido con el objeto de que el AVE no se nos escape o hubo al fin consenso sobre la TV extremeña? Nada de eso. El pacto ha sido por la pasta: para liberar más políticos.

Subir los sueldos a los políticos es una propuesta delicada, por ello ha de estar basada en el merecimiento, la adecuación y la oportunidad, de modo que la sociedad no perciba que hay privilegiados patricios y olvidados plebeyos, ya que es frecuente la desmesura de las retribuciones de los cargos públicos a la par que la reducción de los gastos sociales y el poder adquisitivo de los funcionarios, y eso produce salpullido.

La asignación, que pudiera ser oportuna, ha de estar, pues, rodeada de transparencia y circunspección, pero ésta no se ve: ¿Es indispensable para los extremeños, cientos de nóminas, entre diputaciones, Asamblea y consejerías, de directores generales? La sociedad actual se ha quitado el dedo de la boca y sabe que el político de oficio no es un técnico para reclamar remuneraciones de experto, que a nadie se le obliga a aceptar el acta de diputado, y sabe, hasta la extenuación, que con frecuencia sus privilegios son casi obscenos respecto de sus esfuerzos.

La madurez democrática se mezcla hace tiempo con graves desencantos y esa decepción crece cuando se tropieza con políticos ayunos de estilo que acuden a la res pública no para lograr acuerdos en pro de los intereses generales, --el AVE, la autovía o la televisión--, sino para resolver primordialmente su situación personal. ¡De ahí el recelo ante pactos como el anunciado que son vistos más como regalías que como adecuada retribución por el trabajo realizado!