XLxlevaba tres días recorriendo la ciudad con mis casi ochenta muchachos, así como en otro mundo, disfrutando de una primavera dulce de sol y cielo azul, embobado con los primeros aromas de las minúsculas flores estacionales, esas que nacen cuando deben, no como los plantones llegados a mansalva de los invernaderos para dar una impresión tan bella como falsa de los jardines urbanos, dejando resbalar mi mano sobre las fachadas de los edificios para tener aún más viva la sensación de estar, una vez más, en mi cielo particular. Llevaba tres días olvidado de los quehaceres habituales, por más que la compañía, quinceañera y ruidosa, me llevara al aula a cada instante, a cada explicación, a cada pregunta, a cada regañina. Había olvidado, incluso, el sueño ilusionado de renovación en el que se encuentra mi país, aunque en cada ventanilla de museo venían a preguntarme, a recordarme, a darme el pésame humano, por Madrid y allí volvía todo.

En la residencia donde nos alojamos hay prensa gratis para todos. En espera de una noche larga de portazos y gritos alocados (¡plasta de quinceañeros!), cogí varios periódicos del día. En uno de ellos, Métro, una periodista de alto prestigio en Francia, Christine Ockrent, presentadora de programas de debate en televisión y colaboradora en todos los medios, firmaba un artículo titulado Aznarisé . Naturalmente, lo devoré.

¿Qué es un aznarizado? Según la periodista, dícese de aquél que miente en el peor momento, justo antes de unas elecciones, y al que el pueblo pasa inmediata factura. Todo para llegar a la conclusión de que Raffarin, primer ministro francés, no miente más allá de lo habitual. La noticia francesa, en todo caso, es lo de menos. Lo importante es la repercusión internacional que el imperio de la testarudez, la prepotencia y hasta la chulería, y su consiguiente debacle ante las urnas, han tenido fuera de nuestras fronteras. Aznar, por fin, ha conseguido ser ejemplo para todos. Ejemplo de cuanto no se debe hacer en política, mentir, y constatación de uno de los principios más universales de toda confrontación: no despreciar al contrincante. Poco a poco, el pueblo español va dejando muestras puntuales de su madurez y de su talante: ejemplo fue la transición, como lo fue la pérdida del poder socialista ante la corrupción. El 14-M, el pueblo español ha dejado el camino de la aparente seguridad en la continuidad para, cansado ya de lenguaraces, abrirse a la ilusión sin miedo al riesgo. Al tiempo, se ha creado un nuevo adjetivo con el que ya se califica al emperador Bush: él también está aznarisé .

*Profesor