Maestro

Uno llega un día a casa y recibe varias llamadas de gente que le quiere. El motivo de todas las llamadas es conocer la ubicación de un parque en el que el ayuntamiento va a invertir unos miles de euros. Los medios han dicho que el parque llevaba mi nombre y mi primer apellido. No es la primera vez que esto sucede. En mi época de edil tuve que hacer objeciones a algunas actas en las que figuraba como Juan Carlos. Me explico: una hermana de mi padre, llamada Isabel, estaba casada con mi tío Miguel Castro. Uno de sus hijos se llamó Juan Carlos Castro Guardiola. Mi querido primo Juan Carlos, a cuya altura moral, ética y capacidad de entrega y compromiso nunca seré capaz de llegar, era sacerdote y ejerció gran parte de su vida religiosa en Brasil. De él recuerdo sus visitas a Tarazona tras visitar a sus padres y hermanos en Cáceres, cuando volvió de Brasil. Me fascinaban las historias que contaba y me impresionaba que un cura (los ejemplos que tenía a mi alrededor eran todo lo contrario) se implicase a los extremos que él se implicaba con los desfavorecidos. Era mi héroe y sentía hacia él una admiración y un cariño enormes, que aumentaron viéndole afrontar la muerte, que en su caso fue durísima, con una tranquilidad y una entereza propias de quien sabe que ha cumplido con creces su misión en este mundo y muere satisfecho. Por mérito propio y por el enorme cariño de los brasileños con los que trabajó codo con codo, en un lugar de Säo Paulo ese cariño ha propiciado que un parque precioso, destinado al disfrute de la gente, lleve su nombre. El cariño de los cacereños con los que trabajó para hacerla realidad ha conseguido que un trozo de esta ciudad también lleve su nombre. Y así en Cáceres, al lado del lugar en el que se ubica la parroquia de Guadalupe, hay un parque que merecidamente lleva su nombre: Juan Carlos Castro Guardiola. Produce cierta indignación que una persona así haya sido olvidada por quienes trabajan en los medios de comunicación de nuestra ciudad, o por quienes han elaborado la noticia, llegándola a confundir conmigo. Por lo demás, el país ha sido un grito a favor de la paz. Produce tristeza contemplar al gobierno de la mayoría absoluta en la más absoluta soledad y absolutamente distanciado de los ciudadanos. Que las televisiones no dieran imágenes no significa que las calles no estuvieran llenas de ciudadanos y ciudadanas, de toda edad, creencia, condición y pensamiento, expresando su deseo de que no haya guerra porque a un señor de Texas, que ganó las elecciones de una forma poco clara, se le ponga en las narices. En mi pensamiento, el anhelo de vivir una PAZ interminable.