La tantas veces calificada de histórica investidura de Patxi López como lendakari tuvo ayer tarde, comotraca final, el anuncio del abandono de la política por parte de Juan José Ibarretxe, el anterior presidente. Estaba cantado que quien fuera jefe del Gobierno vasco durante 10 años --fue elegido en las elecciones de octubre de 1998-- no iba a seguir calentando los bancos de la oposición en esta legislatura. Pero, en un movimiento sagaz, aprovechó su último turno en el debate de ayer para hacer el anuncio y robarle así los titulares de prensa a su rival y nuevo lendakari, el socialista Patxi López.

Si quitarle los titulares al jefe del nuevo Ejecutivo era una intención premeditada --algo nada desdeñable dado el mal perder mostrado por el PNV desde casi la misma noche de las elecciones, el 1-M--, quedará como una artimaña más de la política pequeña ante el hecho relevante de que, por primera vez en su historia moderna, el País Vasco va a tener un presidente no nacionalista. López fue investido por el Parlamento vasco, como se esperaba, con los 25 votos de su partido, el PSE, los 13 del PP y uno de UPD (la formación de Rosa Díez), que derrotaron a la principal fuerza nacionalista, el PNV (30 escaños), a sus antiguos aliados del tripartito y a los independentistas de Aralar.

En el debate celebrado ayer en la Cámara de Vitoria, el nuevo lendakari mostró un tono dialogante y, pese al obvio condicionante de gobernar con los votos del PP, tendió la mano a los bancos nacionalistas. Era lo que se esperaba de un político que en las últimas semanas se ha esforzado por lanzar el mensaje de que hará una política transversal, por encima de la división entre no nacionalistas y nacionalistas. Pero desde estos últimos, como estaba cantado, solo recibió reproches. Pocas veces como ayer ha quedado más claro en un debate político el viejo eslogan de conmigo o contra mí. López no va a encontrar ni un respiro por parte del nacionalismo. Los radicales le esperan a la vuelta de la esquina con una huelga general. Y los moderados insisten en deslegitimar al nuevo presidente con argumentos de escasa consistencia democrática y sobradamente comentados.

Lo previsible ahora es que el día a día de la política, máxime con una grave crisis económica encima, apague los fuegos artificiales de estos días. O, cuando menos, modere el discurso apocalíptico que ha lanzado el PNV con la intención de dar moral a su tropa. Por más calificativos que queramos ponerle a la sesión de ayer, la Administración vasca va a seguir funcionando, como lo han hecho todas allá donde se han producido alternancias de poder. De lo que se trata ahora es de que el lendakari acierte con sus políticas contra ETA, la crisis y a favor de una mejor convivencia entre los vascos.