Tras 40 años de historia, Jean-Marie Le Pen abandona la escena política pero, como en una dinastía hereditaria, deja el sillón a su hija menor, Marine, ganadora del congreso del Frente Nacional (FN) frente a su oponente, Bruno Gollnisch, apoyado por el ala más integrista del partido.

De 42 años, buena oradora, madre de tres hijos y dos veces divorciada, Marine Le Pen se presenta como una mujer laica y moderna. El FN que propugna es una versión light del encarnado por su padre, pero no por ello menos peligroso. Puede serlo hasta más porque una forma edulcorada de proponer las mismas ideas puede calar aún más en la parte del electorado que no admitía los exabruptos de su padre. Pero el fondo sigue siendo el mismo: rechazo de la inmigración, defensa de la pena de muerte, denuncia de la "casta" de los políticos gobernantes, preferencia francesa frente a los eurócratas de Bruselas, etcétera. Recientemente, Marine Le Pen comparó el rezo en las calles de los musulmanes con la ocupación alemana de Francia. Marine Le Pen llega a la jefatura del FN cuando las ideas de la extrema derecha resurgen en Francia ante el fracaso de las soluciones propuestas por Sarkozy, que arrebató un millón de votos a Le Pen en las presidenciales del 2007. Desde entonces, sin embargo, el FN ha recuperado votos en las elecciones intermedias. Los sondeos le otorgan hasta un 18% en las presidenciales del 2012 y un 37% de los franceses estiman que no es un peligro para la democracia (11 puntos más que en el 2002). Sarkozy tiene motivos para preocuparse por su flanco derecho.