Todos tenemos algún amigo que reproduce lo que oye en cualquier tertulia si el argumento le viene bien o confirma sus ideas. En su versión 2.0 sería, el que comparte en Facebook cualquier “noticia” sin importar la fuente, la veracidad o la autenticidad de la información. También los hay en el panorama televisivo o radiofónico y, entonces, el drama es mucho mayor porque envenenan a través de altavoces con una audiencia enorme y un incomprensible halo de credibilidad, sólo por ser famosos. El daño que causan se hace más doloroso aún si tienen espacios en medios de comunicación públicos. Sí, hablo de Javier Cárdenas pero también podría hablar de otros muchos, como <b>Bertín Osborne</b> o Mariló Montero, por recuperar los más recientes.

Cárdenas ha rescatado el falso fantasma de una vinculación entre vacunas y autismo. Una mentira causada por la publicación de un estudio fraudulento a finales de los 90. A pesar de demostrarse la mentira, la idea quedó en el imaginario colectivo. El daño ya estaba hecho.

El fenómeno antivacunas que defendió aquella investigación está resurgiendo hoy con fuerza. Entres sus consecuencias más peligrosas está el renacer de enfermedades, algunas mortales. ¿Recuerdan, por ejemplo, aquel niño de Olot que padeció difteria (vacunable y erradicada durante casi tres décadas) y que falleció porque no estaba inmunizado? En aquel pueblo, de unos 34.000 habitantes, había otros 47 niños sin vacunar. Y no es un caso único, hay otros muchos en España y Europa. Un brote de sarampión, por ejemplo, ha dejado en el vecino Portugal decenas de infectados y la muerte de una joven de 17 años. Estamos hablando de uno de los mayores logros de la medicina, la estrella indiscutible de la prevención. Puede que las vacunas tengan algún efecto secundario (leve y poco frecuente), pero son uno de los mayores avances de la medicina. Salvan la vida de entre dos y tres millones de personas al año y han erradicado dolencias terribles. Aún así, demasiadas ‘noticias’ y personas las ponen en duda.

Es tiempo para conocer bien las fuentes de información de las que nos fiamos, para protegerse de intoxicaciones. Es tiempo para identificar a quien propaga veneno y de poner en cuarentena cada palabra que dice. Y es tiempo de evitar programas o cadenas que dejan hablar a quienes contaminan. Es imprescindible empezar hacerlo porque cada vez resulta más difícil ser inmune a tanta mentira, a tanta confusión interesada o ignorante. Y, quizás, también deberíamos tratar de sacar de su error a los que propagan falsedades. Y digo tratar porque erradicar bulos, creencias falsas o rumores no se antoja fácil. ¿Quién no tiene algún amigo que cree en lo que le da la gana, sin más? Y eso no tiene versión 2.0, eso ha sido así siempre.