España tiene estos días tras la moción de censura a su malo más malo de todos los malos. No es otro que Rafael Hernando, convertido gracias a sus chuscas palabras sobre la relación entre Montero e Iglesias en el prototipo de macho odioso. Su osadía al aventurarse en el terreno de la vida privada de dos diputados, con manifiesto afán de menospreciar, ha provocado una auténtica cascada de lindezas verbales en casi todos los periódicos. Y pongo casi porque no los he leído todos. Hernando es «el que escribe caca y pis», «el hombre que no deberíamos ser», «el chulo misógino que desprecia a las mujeres», y ese «que representa un modelo de hombría» que justificaría «un pacto contra el machismo» que incluya «la desaparición de la escena pública de todos los que no se bajen del púlpito de su virilidad».

Vale, no seré yo quien le defienda. El sujeto me parece un espanto. Pero también esa manía existente en todos los partidos políticos o casi, de nombrar un portavoz para que muerda en lugar de que para que hable. Así Irene Montero mordió cuanto quiso, y su larga dentellada la ha convertido en una parlamentaria sólida y estupenda, a la que hay que respetar, oigan, porque qué bien lo hizo. Mas muchos de los que se rasgan las vestiduras hoy callaron o rieron cuando el jefe de Podemos atacó a Botella, explicando que solo valía porque era la mujer de Aznar.

Se ha oído a muchos hombres y no del PP perorar subidos al púlpito de su virilidad. Como aquel de IU que se refería a la de las tetas gordas, el otro periodista tan gracioso que se burlaba en el Intermedio del corte de pelo de la Cospedal, el líder que azotaría a la otra Montero hasta que sangrara y el mismo que ofreció un despacho a Andrea Levy en el Congreso para que se amara con su admirado machito. De Podemos, por cierto.

Y ahora, si yo digo que Montero es la novia de Iglesias y que este destituyó a Errejón y la puso a ella y la quiso imponer incluso en una tertulia radiofónica, ¿estoy siendo machista y encima mujer que es lo peor? Pues no. Estoy denunciando nepotismo. Por mucho que valga Irene Montero.