Bien sabes, Pilar, de la alegría que me ha supuesto ver, y por casualidad, la noticia de tu merecido premio Francisco Valdés , otro premio más. Inmediatamente he escudriñado en la hemeroteca de el Periódico Extremadura, pero soy un negao , nunca he sido capaz de encontrar en internet tus artículos de los jueves. Y digo por casualidad porque leí la noticia en la Cafetería-Restaurante Cáceres, antes Confitería La Salmantina, mi antigua casa, en la que entré para refugiarme y para humedecer mi reseca garganta.

Refugiarme del trauma que marca cualquier visión que trastorna un recuerdo, un caro recuerdo; y curar la sequedad por ese mal trago que se forma en la garganta producida por la visión del aquelarre que están perpretando una vez más en esa plaza. La que un día fue camino de entrada de ese Arco, sesgado, de la Estrella, arco que nos llevaba a la plaza de Santa María, único lugar de nuestra ciudad monumental donde se montaba el escenario desde el que ofrecérsenos los magníficos primitivos Festivales de Teatro.

Plaza a la que un día bautizaron como plaza Mayor de la Hispanidad, título que de haber seguido, junto a los eventos que la motivaron, tal vez nos hubiera ayudado hoy a conseguir más fácilmente el perseguido de Capital Europea de la Cultura 2016.

Plaza en la que durante muchos años nos refugiábamos del sol los cacereños sentados en sus duplicados bancos, bajo su frondosa y humedecida arboleda. Porque en verano, ¿sabes?, la regaban todos los días; o correteábamos sobre el suelo dibujado con teselas blancas y negras. Esa plaza que el día que nos ocupa, me ofreció una satisfacción más, la de enterarme en mi antigua casa de tu premio. Noticia que, junto al refrescante trago perseguido, ayudó a aminorar el negativo impacto que me impulsó a entrar allí una vez más, y te aseguro que la satisfacción que la noticia me supuso, surtió más efecto al sentirme orgulloso de recibir la buena nueva del premio de mi profesora.

Jacinto García Alonso **

Cáceres