Ha salido a la luz uno de los borradores del plan de Ibarretxe, proyecto que, según Arzalluz, es la última oportunidad que ofrece el nacionalismo vasco a España antes de romper con ella. Falta ver el redactado final, que el lendakari hará público en septiembre. Pero la filosofía de fondo está clara, y es difícil que la compartan el resto de fuerzas democráticas.

El plan no es una ampliación del Estatuto. Es una ruptura total con el marco constitucional y estatutario: Euskadi se define como una nación que negocia en igualdad de condiciones con España. En el texto que ha trascendido aparece como una entidad independiente en el plano de la soberanía, y prácticamente independiente en el competencial.

Abandonar el Estatuto y reivindicar una comunidad libre asociada, con la intención de alcanzarla presionando al Gobierno español, sólo serviría para dar alas a ETA y cargarla de razones para seguir matando. Por más eufemismos que use, la segregación que plantea Ibarretxe da la espalda a la mayoría de vascos, que apuestan por la autonomía y no por la independencia. Sobre las bases de tal plan no se puede construir ni una relación satisfactoria de Euskadi con el resto de España ni una convivencia pacífica entre los vascos.