Francisco Verdú Pons está llamado a ocupar las primeras planas de los periódicos por su relación con las tarjetas black de Bankia. O, por decirlo con propiedad, por su no relación con estas tarjetas de la ignominia. Resulta que Verdú , exconsejero delegado de la entidad bancaria, tuvo la osadía y el decoro de rechazar un privilegio ilícito que sí aceptaron veintiún prohombres de nuestra maltrecha economía, ahora asediados por la Justicia. Verdú seguramente no hubiera sido noticia estos días si no fuera porque es el único directivo de Bankia que rechazó dichas tarjetas. Su probada y solitaria decencia no hace sino magnificar la colectiva indecencia de sus compañeros de finanzas. "El infierno son los otros", de Sartre , aquí se hace realidad. Verdú , que es poeta (ha publicado varios libros), debió de pensar que despilfarrar en beneficio propio el dinero del contribuyente en plena crisis no pasaba de ser un ripio de pésimo gusto. Su excelencia como persona y como profesional deja en mal lugar al resto de los banqueros: si él se negó apropiarse de fondos ajenos, los otros también podrían haberlo hecho.

España es un país de mangantes, pero también de poetas; es el país de Bárcenas y del pequeño Nicolás , pero también el de Lorca, Goya y Velázquez ; es un país de tinieblas pero también de luces. Mientras unos emponzoñan la vida pública con sus tejemanejes y corruptelas, otros, como el propio Verdú , creen en la belleza de un poema y en una virtud tan poco frecuentada hoy como la decencia. Verdú es un verso libre en un país de chorizos donde la política y las finanzas se escriben en renglones torcidos.