TLta cumbre relámpago argelino-española es un símbolo de lo complicado que son las cosas entre una y otra orilla a este lado del Mediterráneo. El presidente Zapatero acudió con tres ministros --Rubalcaba, López Aguilar, Clos -- y despacharon todo lo que tenían que despachar en un visto y no visto.

Apenas tres horas para tratar asuntos tan delicados como la dependencia energética española respecto de Argelia (casi el 60% del gas que consumimos es de origen argelino) la creciente y conflictiva inmigración, la amenaza de los grupos salafistas y el envenenado problema del Sáhara. Argelia es el avalista del Frente Polisario, el movimiento que desde las arenas de Tinduf lleva un cuarto de siglo luchando por la independencia del territorio que fue colonia española.

Marruecos reclama la soberanía sobre esas tierras. España tiene un compromiso moral con los saharauis y un futurible complicado gravitando sobre Ceuta y Melilla. Cualquier acercamiento a Argel siembra recelos en Rabat.

Marruecos presiona para que Madrid haga como Paris, que ha hecho suya la tesis de Rabat. Marruecos es el principal aliado de Washington en la región, circunstancia que no puede olvidarse a la hora de analizar la compleja situación política de una región en la que fermentan con fuerza los movimientos islamistas.

En términos económicos para España, la relación con Argelia tiene carácter estratégico; otro tanto sucede con las relaciones políticas con Marruecos, para nosotros, la buena vecindad, la política de apaciguamiento, es una necesidad. En Rabat lo saben y esa certeza --y los pendulazos de nuestra política exterior-- son su fuerza.

*Periodista