Cristina Cifuentes se muestra tajante en su afirmación: «Se acabó la corrupción». La rotundidad y seguridad con la que se manifiesta parece indicar que, hasta ahora, la corrupción andaba suelta como perro sin collar porque no se habían puesto medidas para controlarla, solo así se entiende esa enunciación. También podría desprenderse de sus palabras que en su poder obra información que a nosostros nos falta: ¿han salido a la luz todos los casos de corrupción en los que ha participado el PP? ¿Ha empezado el PP a tomarse en serio los múltiples casos aislados que han terminado por tejer una red compleja y organizada? Lo que ocurre con los casos de corrupción del partido, no lo olvidemos, el más votado, es consecuencia de la alta tolerancia a la corrupción que tienen los ciudadanos y la clase política de este país. Lo que con toda probabilidad ha propulsado al poder a Trump en EEUU y a Le Pen a la segunda vuelta de las elecciones francesas. Ciudadanos hartos de la corrupción y la desgana de nuestros políticos, más preocupados en las luchas de poder de sus propios partidos que en solucionar los problemas de la ciudadanía. Los políticos tienen el deber de ser útiles al ciudadano, sin embargo, pocos lo tienen en su agenda.