La esencia de la política se inscribe en el servicio a la sociedad porque el poder político está para servir a los ciudadanos procurando como objetivo final el interés de todos.

Pero, hoy, los ciudadanos hemos perdido la ilusión por la política y la vida pública y es casi tema obligado de conversación hablar mal de los políticos. El apoyo a los partidos es cada vez menor y las instituciones donde tiene su centro de decisión la política son casi desconocidas entre la población.

Se tiene la sensación de que algunos políticos parecen hacer méritos para confirmar esa opinión negativa que han alcanzado. La mala valoración llega al punto máximo por la cantidad de casos de corrupción, cohecho, prevaricación, malversación, transfuguismo.

Cuando se presentan a las elecciones, van cargados de buenas intenciones definiéndose como respetabilísimos hombres que aspiran a trabajar por y para el ciudadano ejerciendo la política para solucionar sus problemas. Nos hacen promesas cargadas de componentes éticos que todos echamos de menos: la participación y la transparencia. Pero una vez elegidos, algunos dejan su agenda de buenas intenciones y proyectos colectivos de su comunidad o su ayuntamiento, por otra de carácter más personal. Comienzan a caminar en dirección contraria a todo lo que prometieron en la campaña.

Ahí comienza su desprestigio y el de la política que ejercen porque las democracias necesitan personas que se dediquen a la actividad política y mientras menos valorada sea esta actividad, menos será la calidad intelectual y moral de quienes estarán dispuestos a desempeñarla.

La sociedad tiene que reaccionar frente a quienes consiguen con demasiada frecuencia un lucro injustificado a través de prácticas desleales quebrando la confianza natural entre los ciudadanos y sus representantes políticos.

Porque la transparencia y la rendición de cuentas son una obligación ineludible del poder político con la sociedad y no una concesión graciosa a los gobernantes. El país no es de unos cuantos. La nación pertenece a todos los españoles.

Antonio Medina Díaz **

Badajoz