TEtn vísperas de una Convención Nacional del PP en la que, al parecer, Mariano Rajoy se propone presentar a su partido una nueva hoja de ruta, en clave centro-reformista, alguien se ha dedicado a coleccionar los insultos que el líder del PP ha dirigido al presidente del Gobierno desde que un 14 de marzo las urnas cambiaron los papeles de los dos principales partidos políticos a escala nacional. A saber: "bobo solemne", "cobarde", "irresponsable", "zafio", "acomplejado", "grotesco", "inestable", "manipulador", "inconsecuente", "veleidoso", "frívolo", "inexperto", "débil", "antojadizo", "chisgarabís", "indigno", "turbio", "traidor" y "maniobrero". Por no recordar latigazos tan graves como acusarle de excarcelar a sanguinarios etarras a cambio de una tregua o renunciar a los fondos de cohesión a cambio de la luz verde europea a cierta OPA.

Estos son los precedentes de un proyecto de supuesta moderación. Más bien brutales, en el ejercicio de una oposición que desborda los protocolos de una legítima lucha por el poder. La carga verbal de esas palabras invita a sospechar que Rajoy no busca el desgaste sino la ruina de Zapatero . Y eso suponiendo que es consciente de su propio exceso o sus propias mentiras.

Lo digo porque si, por ejemplo, se creyera de verdad lo que dice sobre los presos etarras o lo que dijo en su día sobre la OPA de Gas Natural, la cosa sería mucho más grave y tendríamos que temer un serio trastorno en la personalidad de Rajoy. Si no se lo cree, ni eso ni lo de que Zapatero está más próximo a los terroristas que a sus víctimas, se confirmaría simplemente que Rajoy ha hecho del insulto y la mentira sus principales herramientas en el ejercicio de la política. Y en éstas es cuando aparece escoltado por Aznar --¿o era al revés?-- para amagar con un segundo viaje al centro del PP en la misma clave ideológica --o geométrica, si sólo de trata de un convencionalismo de ubicación política--, que le reportó la sonada barrida electoral de marzo del año 2000. Parece ser una apuesta por la renovación en esta asamblea del PP que comienza mañana en Madrid, pero habrá que verlo.

Algo más que palabras necesitará el sucesor de Aznar para persuadirnos. Porque de momento solo son palabras las que ha adelantado para explicar lo que espera de la Convención Nacional del PP. Habla de "nuevos proyectos, nuevos programas y nuevas ideas",

"porque, dos años después, España ya es diferente y, por tanto, tenemos que trabajar de forma diferente".

Ojalá sea cierto que Rajoy se dispone a pasar página y dar un golpe de timón. Pero lo dudo. Ha dejado pasar muchas oportunidades de olvidar lo ocurrido a lo largo de tres días de marzo de 2004. Y en todas ellas el pasado se le vino encima. Con el aliento de Aznar en el cogote, seguiremos en las mismas.

*Periodista