TAthora que Cáceres acaba de ser designada Capital Española de la Gastronomía para 2015 recuerdo ruedas de prensa memorables, comparecencias que con el paso de los años han quedado en evidencia. Porque aquellas sí que fueron comparecencias grandilocuentes. Políticos, responsables de cajas de ahorro que nos vendieron una moto como nunca se había vendido a la siempre bella ciudad de Cáceres, que brindó por aquel anuncio, insisto grandilocuente, pero que desgraciadamente vio como las burbujas de aquellas copas se diluían, se esfumaban sin que nadie pidiera perdón o reparara el daño causado. Nos prometieron un aeropuerto internacional, que no solo iba a ser el aeropuerto internacional de Cáceres, señores, no, iba a ser el aeropuerto internacional de Extremadura. Nada más y nada menos.

Recuerdo aquellas ruedas de prensa que con ilusión transcribí en primera persona para mi periódico, creyéndome que aquel anuncio sería bueno para mi ciudad y la colocaría en el sitio que históricamente merece. Pero Cáceres volvió a ser nuevamente vilipendiada. Ese aeropuerto estaría ubicado entre la carretera de Cáceres y Badajoz, la Ex-100, entre los kilómetros 16 y 17 desde la capital cacereña, a la izquierda del río Ayuela, a unos 65 kilómetros de Badajoz y a 50 de Mérida; y contaría con unas previsiones de puesta en funcionamiento de en torno a finales de 2012 o durante 2013. Sí, han leído bien. Vamos, que a estas alturas ya tendríamos más que aeropuerto, vuelos que nos colocarían en el mapa, que harían de Cáceres una ciudad verdaderamente internacional.

Lo más gordo del asunto es que también se habló de inversiones: 150 millones de euros en una primera fase. Y contemplaba ampliaciones posteriores a medida que se consolidaran los tráficos. Y ahí no queda la cosa: el aeropuerto generaría alrededor de 2.500 empleos directos e indirectos. La caja de Pandora la destapó un primer presidente regional en 2006 y la corroboró otro presidente en el año 2008. Ese ejecutivo de 2008 defendió aquel proyecto. Dijo que crearía empleo, aumentaría el PIB regional y generaría ingresos a la Administración pública. Incluso nos aseguraron que la Junta participaría en la iniciativa "en los términos que la empresa estime necesario" y nos avanzaron que el Ejecutivo aportaría una cantidad económica no determinada que destinaría mediante ley defendida en el Parlamento de Extremadura.

Nos adelantaron que aquella iniciativa se enmarcaba dentro del proyecto global de "segunda transformación" de Extremadura. ¿Un aeropuerto, una segunda transformación de Extremadura? No, una quimera. Tiramos de hemeroteca y leemos incluso, hoy completamente indignados, un estudio de viabilidad de Analistas Financieros Internacionales que ya es de traca: 1,1 millones de viajeros en 2020, de los cuales 758.000 serían extranjeros, lo que equivaldría a unos 600.000 turistas para nuestra comunidad autónoma.

XCORRENx tiempos de desafección ciudadana hacia la clase política. Y a mí no me extraña. Vivo en Cáceres, me siento comprometido con esta ciudad, a la que quiero profundamente y a la que siempre he defendido con ahínco. Creo en el cacereño, en su espíritu solidario y emprendedor. En sus ansias de progreso. Creo en el turismo como fuente fundamental de riqueza y crecimiento, y en nuestro campus universitario, modelo sin duda a seguir. Por eso me apena, me entristece, me duele que se jugara así con Cáceres. Que nos prometieran una mina, que nos dijeran que estaríamos en todos los circuitos internacionales y que nos aseguraran que despegaríamos, aunque nunca jamás alzamos el vuelo.

Y no me hablen de que las condiciones económicas no fueron las más idóneas para embarcarse en un proyecto de semejantes características, no me pongan excusas. ¿Por qué se aventuraron a anunciarnos algo que, evidentemente, nadie podría cumplir? Es indignante recordar aquellos artículos, portadas y portadas que llenaban de alabanzas un aeropuerto que la sociedad civil cacereña en su conjunto aplaudió como nunca. Programas de radio, de televisión autonómica, diarios digitales... todos a una cantando que la bella Cáceres tendría por fin un aeropuerto y que se convertiría en el centro neurálgico de la comunicación y el transporte de Extremadura.

Esta semana se han presentado los presupuestos generales de nuestra comunidad autónoma. Y ha habido un anuncio del presidente José Antonio Monago que, en parte, ha reparado el daño causado: 2,2 millones de euros para un aeródromo y una partida de otros 2,2 millones en el 2016 para esa misma iniciativa. Se trata de un proyecto auspiciado por la Fundación Cáceres Capital que se levantaría en Los Arenales, en un terreno que es propiedad de la Fundación Valhondo. Un aeródomo que podría acoger vuelos privados de turistas profesionales que asisten a congresos, transporte de mercancías, prácticas deportivas... e incluso podrían aterrizar vuelos charter con 50 o 60 pasajeros y se permitirían taxis aéreos.

Leo con estupor en las redes sociales mensajes de aquellos que critican esta iniciativa, que acusan al gobierno extremeño de demagogia, de grandilocuencia, y entonces me decido a escribir este artículo. Me apresuro a recordar que quienes respetamos Cáceres y luchamos a diario por su progreso y su mejora estamos a favor de este proyecto. Hoy, más que nunca, me siento un cacereño feliz por dos motivos. El primero, porque somos Capital Española de la Gastronomía. El segundo porque, indudablemente, prefiero un aeródromo a una mentira.