Aún aguantan los torrentes de agua, como este de opinar y que, por tanto, te etiqueten, y en este fin de semana chorreras y chorros reciben algún alimento tan necesario para que al menos hasta el principio del verano podamos patear las comarcas del norte de Cáceres en busca de acebos y nogaledas húmedas, aunque la sequía parece ya inevitable y es el cuarto año que en Extremadura las lluvias van a estar por debajo de la media.

Si no llueve, al menos el chorreo que se están llevando el Ministerio de Fomento, Adif y Renfe por el maltrato ferroviario a la región se me antoja como un gran ejemplo de cómo tenemos que hacer las cosas. Cómo estarán esas vías, esas estaciones, esos trenes lentos, caros y averiados cada dos por tres, para que el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias haya tenido que admitir esta semana en Cáceres, por boca de su presidente, que no tiene explicación el desastre del ferrocarril extremeño.

Sin ir más lejos este viernes un joven compañero de profesión, avecindado ahora en Madrid, se lanzaba consciente del peligro a la aventura de volver a Mérida con su familia en tren; aprovechaba el puente de cuatro días en la capital para mostrar a los suyos su tierra y sus raíces, y en efecto, al salir de la estación de Chamartín el trenecito extremeño, el «matagallinas» lo llamaba, se quedaba sin sistema informático, con los empleados señalizando los coches (vagones fuera del argot ferroviario) con pegatinas y cambiando hasta tres veces a los pasajeros de asiento.

Mientras tanto, narraba en redes sociales, «en la otra punta de la estación de Chamartín salen trenes dignos a todos los puntos de España».

Por primera vez en los últimos tiempos, los extremeños estamos denunciando, desmontando, protestando, movilizando recursos, para poner al aire todas las mentiras y vergüenzas de un medio de transporte tan esencial y adecuado para las distancias que nos separan de Madrid (250-400 kilómetros), por el que nos están haciendo pagar a precio de oro unos billetes para un servicio indecente.

Y créanme --como dijo Draghi cuando anunció que compraría la deuda de los países europeos y pacificó a los mercaderes--, que algo de resultado está dando. Al menos en esto estamos unidos y hasta el Partido Popular, como escuché a su líder regional Monago en Garrovillas, parece apostar por lo que se va a convertir, si ya no lo ha hecho, en el asunto principal que nos traigamos en esta legislatura autonómica 2015-2020.

¿Resultados? Ya no nos conformamos, lograrán fastidiarnos pero como se viene repitiendo y la última vez esta semana la consejera Begoña García, ya no nos engañan y pedimos BOE y hechos. Que el propio Adif haya reconocido públicamente, por medio de su presidente Juan Bravo, que esto no tiene ni medio pase, es un logro.

Como lo es que un par de días antes, al recibir en Madrid a la consejera extremeña responsable en materia de transportes, se hablara de algo que se ocultaba, que la línea de velocidad media --no es alta velocidad, no sé si algún día la tendremos y empiezo a dudarlo--, con sus trazados, nuevas traviesas y carriles, e instalaciones de seguridad, señalización y tracción (eléctrica) no puede quedarse en Plasencia-Navalmoral, tiene que llegar a Madrid, como bien ha denunciado el exdirector general de Transportes Ángel Caballero.

En esa reunión se mantuvo la reivindicación completa, con Frontera portuguesa-Badajoz-Puertollano en altas prestaciones para 2019, e intercambiador de ejes en Brazatortas para acceder ahí a la línea de alta velocidad Madrid-Sevilla, y dos jornadas después el presidente de Adif ha anunciado en Cáceres la novedad de que «en unos meses» habrá calendario para mejorar Plasencia/Navalmoral-Madrid.

Mayo puede ser un mes muy importante para todo esto porque a finales de mes se reúne en Vila Real la cumbre hispano-lusa, con conexiones transfronterizas en la agenda y podría quedar marcado el acuerdo Sines-Badajoz-Puertollano-Madrid.