La Procesión del Santo Recorte, y a pesar de la finalización de la Semana Santa, ha comenzado su carrera oficial. Este santísimo particular, muy venerado por impostores de impuestos y marchantes con potestad de decreto-ley, ha mostrado toda su ingeniería con una dignísima talla macroeconómica dentro del panorama europeo. Barniz rancio para anunciar su salida y saeta ronca y descarnada a su paso por la puerta de Hacienda. El papel de cofrade mayor no ha tenido la repercusión esperada. Es decir, el ministro de Economía Luis de Guindos , sigue con su concupiscencia innata de pensar en alto mientras que el vicesecretario general de Organización del PP, nuestro paisano Carlos Floriano , ha decidido apagar los cirios mal encendidos. ¿El resultado político? Reflexiones con voz en off al puro estilo San Pedro de Alcántara desde le Monasterio de El Palancar y corrección del copago dadivoso. ¿El resultado empresarial? Preocupación en las farmacias de toda España y desconcierto en las reboticas extremeñas, donde el ácido acetilsalicílico se ha convertido en un dolor de cabeza con precio de trufa negra. O lo que es lo mismo, escaparates de farmacias con el cartel de Compro oro, vendo medicamentos . Ante esta nueva fórmula magistral, las pastillas del mal ajeno se han quedado sin clientes, y lo más duro, los penitentes de tan hermosísimo paso siguen sin conocer la receta del Gobierno. De momento, los ERE, la prima de riesgo y los rescates y recortes financieros se han apoderado del léxico callejero de las conversaciones de café y perrunilla. De momento, el Ministerio de Sanidad asume su particular juego, esa versión adaptada del piedra, papel y tijera, con un gotero para todos los participantes y a la espera de las reacciones víricas de las autonomías. De momento y como respuesta a ¿El resultado entre los ciudadanos?, sólo podemos responder con cara de nazareno, de penitentes arrodillados, con la rodillas en carne viva, en nuestro endémico vía crucis donde los omeprazoles han sido sustituidos por claveles y olor a cera.