TPtuede que no se lo imaginen, pero no me refiero a la de torero, piloto de Fórmula-1, camionero, albañil o sanitario. Les hablo de la aparentemente sosegada profesión docente. Y cuando hablo de los riesgos de la docencia no quiero minimizar la importancia de las enfermedades profesionales, pero tampoco estoy pensando en las maltratadas cuerdas vocales de los profesores, ni en la continua exposición de estos a toda clase de afecciones víricas y bacteriológicas, ni siquiera en el más que probable riesgo de contagio de piojos con el que convivimos cada día, si no en el peligro potencial de coincidir en el tiempo y en el espacio con algún padre, madre o alumno que, acostumbrado a resolver sus conflictos con la violencia, se sienta sencillamente incomodado por alguna nota o sanción disciplinaria. Es una realidad conocida y asumida por el colectivo y por la propia consejería que cuenta con un Protocolo de Actuación Rápida para poner los servicios jurídicos administrativos a disposición de los profesores afectados, en los casos de agresión, y que hace unos días se ha tenido precisamente que aplicar como respuesta a los desagradables incidentes de Navalmoral y Villanueva.

Por si alguien no se lo imagina, calculen que cada docente de Secundaria atiende, por término medio, entre cuatro y ocho cursos de 25 alumnos, lo que supone, por curso escolar y profesor, entre 100, y 200 alumnos de diferente índole y condición, desde los genios a los de necesidades educativas especiales , sin excluir a nadie, e incluyendo a los afectados por cualquier tipo de trastornos del comportamiento. Es una realidad que chorizos, gánsteres , traficantes, matones, ladrones, o estafadores, también fueron, en un momento de su vida, al instituto, y por supuesto, tienen que llevar a sus hijos a nuestros centros. Las aulas son un fiel reflejo de la sociedad presente, y tener alumnos respetuosos o considerados es tan probable como tenerlos despreciativos y maleducados. Por desgracia sucede lo mismo con sus padres. http://milagrosacarrero.blogspot.com/