Al parecer, el cónsul español en Washington ha sido cesado por burlarse del acento y el atuendo de la presidenta de Andalucía. Exactamente, por publicar esto -y tal cual se transcribe- en Facebook: «hay q ver q. ozadia y mar gusto la de la susi. mira q ponerse iguá que letirzia. cm se ve ke n sabe na de protoculo, ella tan der pueblo y de izquielda. nos ha esho quedá fatá a los andaluse. dimicion ya».

Por supuesto, las erratas son intencionadas, ya que el cónsul pretendía imitar el acento andaluz, como broma que era para sus amigos. Y en cuanto a que se trataba solo de eso, de una broma, basta con la frase final: «Dimicion ya». ¿Un cónsul va a pedir la dimisión de Susana Díaz por llevar un vestido similar al de la reina Letizia en no se sabe qué acto «protoculario» (perdón: protocolario)? Ni un cónsul ni nadie.

Sin embargo, la broma se ha entendido como una burla, una ridiculización, una falta de respeto. En definitiva, como todo menos como una broma. Hasta el punto de que el propio cónsul encaja que esa ha sido la causa de su cese. Lo raro es que el cónsul, inteligente como es, no se haya palpado para ver si hubiera otros motivos. Lo que piensa y dice, por ejemplo, y por lo cual ha sido llamado al orden y hasta se le prohibió jurar bandera «para evitar protagonismo», dice que le dijo el embajador. El protagonismo de opinar sobre Cataluña («el independentismo es una reacción, no una acción») o de cuestionar las infraestructuras del Estado («un AVE que nadie coge»).

Pero también está su homosexualidad. Con la excepción de Javier Maroto, en el PP no hay más casos de homosexualidad declarados. Repítase: de-cla-ra-dos. Y el cónsul lo es, y reconoce que «en los sectores más conservadores noto rechazo por el hecho de ser gay» (‘El País’, 19/05/16). Faltaría saber cuánto de conservador es el PP.

En fin, al Gobierno le ha bastado transformar una broma en una ofensa para deshacerse de un diplomático incómodo. Y ha hecho bien, por cierto. Porque se puede ser muy gracioso y llamar protoculo al protocolo, pero no parece que un cargo público deba comportarse como si estuviera en la barra de un bar.

*Funcionario.