Catedrático de la Uex

Me siento más cómodo escribiendo sobre ideas que sobre personas. Cuando recurro a éstas, lo hago como trasunto de aquéllas, o porque el comentario tiene un cierto matiz crítico o reflexivo, antes que narrar sin más.

Hace unos días se ha nombrado al gobierno de nuestra región, culminando el proceso de renovación democrática de la cosa pública, abierto en el mes de mayo. Entre una y otra fecha, a mediados de junio, se presentó en Cáceres una exposición fotográfica denominada Objetivo Extremadura. 25 años de democracia. 20 de autonomía , organizada por este periódico. 115.000 fotografías cedidas a la Biblioteca de Extremadura, sita en Badajoz, por el medio de comunicación regional que, con ello, cede y deja constancia de un pedazo de la historia extremeña, según el sentir de su director.

El mismo sentimiento manifestado por el consejero de Cultura, Francisco Muñoz, quien agradeció a la empresa periodística su voluntad de salvaguardar y poner a disposición de todos los extremeños tales fondos valiosos que recogen de forma profesional y exhaustiva los últimos 25 años de nuestra historia visual.

Un cuarto de siglo, con sus luces y con sus sombras, y los 20 últimos años con más luces que sombras, gracias al esfuerzo de muchos, a la generosidad de tantos y a la complicidad de quienes se ven reflejados en la labor de los demás. Pero todo ello no ha sido fácil, pues enfrente de las buenas intenciones y de las acciones, a veces heroicas, otras incomprendidas, quizá duras, pero a la postre eficaces, se han encontrado fuertes inercias movidas por los resortes de lo particular, o por los dictados de los intereses de cada pueblo, o quizá también por la historia enfrentada (muchas veces de forma ficticia) de ambas provincias. El viejo axioma aprendido desde la tierna infancia referido a una Extremadura que son dos: Cáceres y Badajoz.

A nadie se nos debe escapar que la convivencia se teje no sólo por el desprendimiento de algunos. Es necesario, además, ordenarla, para que cuando un ciudadano levante la mano de su interés particular, tenga la respuesta adecuada dentro del entramado público, que a todos debe tratar por igual. Lo mismo que cuando un alcalde enarbola la exigencia para su concreta ciudad, pueda conjugarse en armonía con las banderas de cada pueblo de los demás. En fin, de la misma forma que una provincia u otra, con su idiosincrasia, historia y entidad, puedan ponerse en común desde el prisma del bien general. Y no para vender Extremadura, sino para crear identidad, desde el equilibrio.

Punto y aparte. Hasta aquí era porque sentía ganas de reflexionar. Ahora, cuando se consumen las líneas del artículo vienen a la mente las primeras que lo alumbraron, para transformarse en pura interrogación. ¿Se puede sentir lo propio, se puede ver cada lugar, se puede remontar por encima de lo inmediato, se puede conjugar en clave extremeña, se puede crear región, siendo aficionado de un club de fútbol con sede en Cataluña? Pienso que sí. Los hechos lo demuestran. Como, por simple regla de tres, también pueden demostrar que a veces las empresas, sin ni siquiera tener la obligación, pueden trascender a los propios dictados de la cuenta de resultados, para aportar un extra de complicidad con la tierra que las acoge.

Como leí hace poco: "Una era construye ciudades, una hora las destruye". Y añado yo: "Unas palabras pueden causar estupor". Aunque a la postre, los buenos periodistas, y algún que otro aficionado, cumplen con ser notarios de la realidad, que también les duele.