La reivindicación por Al Qaeda del Magreb Islámico del secuestro de tres cooperantes españoles, integrantes de la caravana de ayuda de la oenegé Barcelona Acción Solidaria, y de un ciudadano francés confirma los peores temores, aunque a estas alturas del suceso pocas eran las dudas de que los autores del golpe de mano son militantes del islamismo radical. Para los gobiernos de España y Francia se abre un periodo de incertidumbre hasta que se conozcan las exigencias de los terroristas --seguramente, dinero e intercambio de los secuestrados por presos en cárceles occidentales--, mientras a las familias las atenaza la intranquilidad.

A partir de ahora es indispensable que la discreción y el realismo se antepongan a cualquier otra consideración. En primer lugar, para que el Gobierno tenga las manos libres para tomar las decisiones más adecuadas en cada momento para lograr la liberación de los cooperantes cuanto antes. En segundo lugar, porque las exigencias de los secuestradores obligarán quizás a sacar la negociación de los cauces convencionales. Y en última instancia, porque puede darse el caso de que los tres españoles y el francés constituyan un todo para sus carceleros, con lo cual la coordinación con Francia será inevitable.

Al mismo tiempo, hay que aceptar que nos hallamos ante un suceso de duraciónimprevisible. Que Al Qaeda del Magreb haya reivindicado la acción no significa que ponga manos a la obra enseguida para dar a conocer sus exigencias. La impunidad casi absoluta que le confiere la inmensidad deshabitada del Sahel, la ayuda de que disfruta en algunas comunidades y la seguridad de que los países de origen de sus rehenes primarán la seguridad de estos le otorga una gran libertad de movimientos. Se quiera o no, pasadas las primeras horas del secuestro, la iniciativa es de los yihadistas.

Es preciso tener en mente todos estos ingredientes para que la unidad política no se quiebre en un caso que, como en todos en los que la vida está en manos de terroristas, los intereses de Estado han de combinarse con el compromiso humanitario. En situaciones extremas, la peor forma de enfrentarse al fundamentalismo religioso es mediante el fundamentalismo patriótico. Dicho de otra manera: todos los caminos están justificados y hay que darlos por buenos si el resultado final es que las víctimas de la situación --los secuestrados-- regresan a casa sanos y salvos.