Dramaturgo

Que tiene de to este verano ardiente como el que más. Que tiene hasta canción del verano, humo y fandangos. Canciones del verano que pregonan (como siempre fue en la tradición oral de España) los amigos de la ONCE y que resumen popularmente (como los populares pliegos de cordel) los gustos del pueblo entre chopitos, gambas y huevas bien aliñás y cremita para untar la medusa del amor. Humo en demasía tiene este verano, hasta tal punto que sería un despilfarro llamar vacaciones a lo que ha sucedido (habría que prorrogar estas vacaciones en aquellos lugares donde el fuego ha mantenido en alerta a muchos vecinos). Vacaciones incompletas como esas comidas en las que se nos cae una partícula de la boca y parece que la hemos vaciado entera. Vacaciones ahumadas, trágicas, dominadas por el fuego y las desgracias de quienes han de empezar de nuevo a tener esperanza. Fandangos de Marbella y Madrid, canciones de inmobiliarias al ritmo de la Pantoja (que es la que lleva el concierto) y al compás de un chotis con cocidito madrileño (algunos van por ahí pregonando que se les paga sólo la seguridad social para ver si cuela). Fandangos de la desvergüenza y la chulería que ponen los pelos de punta a los ciudadanos que sólo queremos un plato de boquerones y un tinto con limón.

Verano de humo, fandangos y copla en el que el hielo se ha agotado y la paciencia está empezando a echar chispas. ¿Por qué en este país siempre es el verano la época propicia para levantamientos o alzamientos de bienes y males? ¿No estarán los poderes fácticos propiciando estas operaciones para rellenar la programación de las tediosas televisiones? ¿No serán serpientes esperando picar en septiembre?