La quiebra de General Motors y la subsiguiente nacionalización de la compañía para salvarla del naufragio financiero constituyen,por sí mismos, un acontecimiento sin precedentes en la cultura industrial de Estados Unidos. Un acontecimiento que tiene la paradójica virtud de que permite medir con bastante precisión la profundidad de la crisis financiera que zarandea a todos los mercados; también al de la primera potencia industrial del mundo. Con recordar que hasta no hace tantos años la compañía General Motors era el primer fabricante de automóviles del mundo; que suministraba el 50% de los vehículos comprados por los norteamericanos y sus balances eran, con frecuencia, la referencia inmediata a la que atendían los analistas para aquilatar la salud de la primera economía del mundo, queda todo dicho. Se ha desplomado un gigante. Y lo ha hecho irremisiblemente minado por las deudas, el desafío de sus competidores y su incapacidad para adaptarse a las nuevas condiciones del mercado, y se han abierto nuevas incógnitas después de la primera floración de brotes verdes descubiertos en medio del erial por algunos banqueros y gurús de las finanzas.

La gran diferencia con relación a otros momentos de incertidumbre generalizada --la crisis de las subprime, el hundimiento de Lehman Brothers, las intervenciones en cascada en la banca europea-- es que ahora la gestión de la crisis y los tratamientos de choque forman parte de la vida cotidiana de los gobiernos, que reaccionan con un relativo automatismo. Incluso en los casos en que, como la quiebra de General Motors, se ven obligados a tomar medidas que les disgustan, pero son las únicas posibles para evitar males mayores. Así ha procedido Obama para "evitar daños enormes en la economía" después del doble fiasco de Chrysler y de General Motors.

Queda por ver qué efectos tendrá en la economía globalizada un mal menor como la nacionalización temporal de la compañía. En el mercado estadounidense, a causa del entramado de empresas suministradoras, cuya salud depende de la multinacional; en el exterior, porque las garantías de continuidad dadas por General Motors no pueden desvanecer como por ensalmo la inquietud provocada por una situación de extrema gravedad.

La reacción de las bolsas, que han acogido con subidas la nacionalización, no deja de ser un dato bastante alejado de las pulsiones de la economía real. Porque la seguridad que otorga la intervención pública de la compañía no permite excluir un saneamiento traumático de las cuentas de General Motors y el consiguiente coste social de la operación.