Un efecto casi automático de las recesiones es el déficit público. Menos ingresos por caída de la actividad e incremento del gasto, aunque solo sea por el incremento del subsidio de desempleo, hacen que los presupuestos del Estado, y de las autonomías y de los ayuntamientos, no cuadren.

Y ahí estamos, en un escenario de claro descuadre entre ingresos y gastos frente al compromiso del Pacto de Estabilidad europeo. Las previsiones son de un déficit superior al 10% para este año, cuando el límite teórico es el 3%. Por eso el compromiso del Gobierno de reconducir la situación y llegar a ese límite en el 2012.

Para cuadrar las cuentas hay dos caminos: reducir los gastos o elevar los ingresos. Y aquí es donde se nota la ideología de un Gobierno. Y, en general, un Gobierno socialdemócrata cree que el Estado debe complementar a la iniciativa privada cuando esta no se mueve lo suficiente. Por eso hay, y habrá, incentivos sectoriales, a los que hay que añadir el esfuerzo para reestructurar el sistema financiero español. Todo ello sin renunciar a las políticas sociales. Es decir, el gasto va a seguir creciendo y, en consecuencia, debe elevarse la presión fiscal para compensar este incremento.

XPERO A NADIEx le gusta pagar impuestos. Por eso el Gobierno está lanzando globos sonda para medir la intensidad de la reacción del electorado. ¿Qué impuestos es más probable que suban? Aquellos que no erosionen el apoyo del electorado. Hagamos nuestra quiniela. Los impuestos especiales, tabaco y alcohol, son candidatos natos a subir. Vincular su incremento al más que probable sobregasto del sistema sanitario por la gripe A es muy fácil, aunque no sea riguroso. Y a pesar de ser un impuesto que afecta a pobres y ricos, todo el mundo asume que fumar y beber no son hábitos saludables y lo acepta. A estos hay que añadir el tercer gran impuesto especial, el de los carburantes. Como los precios del petróleo parecen más o menos contenidos, y el dólar con una tendencia a la baja, también hay recorrido para la subida, especialmente alegando la siempre útil convergencia con Europa. Para acabar de rematar el escenario, estos impuestos tienen repercusión directa en las maltrechas arcas autonómicas, por lo que yo pondría un 1 fijo (suben) a los impuestos especiales.

No se ha hablado mucho, aún, de subir el IVA , y creo que subirá. Su potencia recaudatoria es enorme y, de nuevo, hay recorrido frente a Europa. Si nuestro tipo ordinario es del 16%, en Alemania, por ejemplo, es del 19%, y en Portugal del 20%. Ahora que tenemos inflación negativa es el momento propicio para elevarlo.

El impuesto de sociedades, sin embargo, puede que baje. En un año en el que los beneficios empresariales están cayendo en picado, el impacto real de una bajada de este impuesto es pequeño y puede ser vendido como una medida que incentive la actividad empresarial. Y de nuevo podríamos encontrar referentes europeos de tipos más bajos, por lo que aquí pondría un 2: baja.

Sobre las rentas de capital y las plusvalías el Gobierno se está pronunciando reiteradamente en el sentido de que subirán con el argumento de gravar más a los que más tienen. El argumento teórico no se sostiene con la realidad numérica, pues más del 85% de los declarantes del IRPF declaran rentas del capital y, por lo tanto, sería una subida que afectaría tanto a quien tiene ahorrados mil euros como a quien atesora varios millones. Y existe un efecto pernicioso en este incremento. En el entorno actual, los bancos necesitan que sus clientes tengan sus ahorros en imposiciones a plazo fijo y no en fondos de inversión para mejorar su liquidez. Con un euríbor cerca del 1% difícilmente pueden retribuir por encima del 2,5%. Y si a esa exigua remuneración se la ha de quitar más en impuestos el estímulo para el ahorro será más bien escaso. Pero aunque tenga un sentido relativo, parece que este impuesto va a subir de forma generalizada. Aunque está por ver si el Gobierno se atreve a variar la fiscalidad del vehículo de inversión realmente para ricos, las SICAV, que tributan al 1% para incentivar la permanencia en España de las grandes fortunas frente al 18% actual de los simples depósitos para los mortales.

Y llegamos a la madre de todos los impuestos, el de la renta. Recordemos que una de las propuestas electorales de la parte del equipo económico liderada por Miguel Sebastián era el tipo único, rompiendo el mito de la progresividad. Nada de eso. No veo improbable que suba el tipo máximo, lo que si bien tiene poco impacto económico sí lo tiene mediático, olvidando que quien más tiene dispone de más vehículos para sortear este impuesto. Pero si los tipos tienen solo un alza estética habrá que ver qué ocurre con la famosa deducción de 400 euros, pues si se elimina subirá la presión fiscal, al igual que con el ajuste de las tablas en un año donde el IPC es, de momento, negativo. Por tanto, es probable que suba aunque de manera poco transparente.

En resumen, nos guste o no los impuestos subirán porque no hay otra forma de cuadrar las cuentas públicas. Y queda pendiente redefinir el modelo de financiación local, pues gran parte de la financiación de los ayuntamientos provenía de una actividad promotora hoy prácticamente inexistente. La fiesta, como siempre, la pagaremos quienes pagamos impuestos.