No quiero que me contestes, sólo que medites durante unos segundos y después te respondas a ti mismo. Este simple ejercicio mental puede ayudarnos a encontrar una clave de lo que está sucediendo en nuestros centros educativos: divorcio entre quienes quieren enseñar y quienes no tienen interés alguno por lo que allí se dice. Algunos de estos últimos se sienten reos que deben cumplir una condena en los institutos hasta cumplir los dieciséis años. Lo que para muchos es un avance la obligatoriedad de la Educación hasta los dieciséis años, para otros es una auténtica tortura; y el profesorado en el medio.

Pero, claro está, las cosas no suceden porque sí sin más; salvo raras excepciones la sociedad actual permanece autista ante las actuaciones, modas y demandas de una parte importante de la juventud que quiere comerse el mundo a bocados, aunque les dure lo que dura un suspiro, y sin que nada ni nadie se lo impida.

Como diría Murphy , si una serie de sucesos pueden salir mal, saldrá mal en la peor secuencia posible. Son muchos los padres que se sienten discapacitados a la hora de educar a sus hijos, y más aún cuando deben exigirles un comportamiento, una responsabilidad y un respeto. Esta discapacidad puede ser innata o sobrevenida por influencias sociales externas que pueden provocar una situación no deseada (dramática en muchos casos) cuando se les llama la atención, se les sanciona o se les amenaza, pues temen que estas actuaciones puedan suponer que su hijo caiga en una depresión, se vaya de casa, se refugie en la droga o qué sé yo cuántas cosas más (todas aciagas, por supuesto). El chantaje emocional al que están sometidos, les provoca un desasosiego y una angustia vital que justifica en alguna medida que haya padres que cuando son requeridos por el centro de su hijo para informarles de una falta de conducta o de una sanción, se pongan de parte de ellos y contra el profesorado. Esto antes era impensable, pero hoy en día es lo común. Algo está cambiando en nuestra sociedad y no para bien precisamente.

Este es el contexto en el que trabaja a diario el profesorado, a pesar de que algunos sigamos proclamando que el papel que desempeña el profesor en el proceso educativo es fundamental para el desarrollo integral de los alumnos y para el progreso de una sociedad moderna y avanzada.

NO QUIERO en esta ocasión entrar a analizar el dislate del carrusel de sistemas educativos que ha habido en nuestro país en los últimos años, y sí centrarme en los cambios producidos en la sociedad española. ¿Adónde han ido a parar los valores tradicionales y democráticos: urbanidad, respeto, solidaridad, esfuerzo, etcétera? El mensaje de la calle nada tiene que ver, e incluso se contradice en muchos casos, con el que los profesores tratan de dar en sus clases. Si es problemático encontrar un equilibrio entre padres y profesores a la hora de educar-formar a sus hijos, la sociedad, como ente diverso, distante y frío, actúa como mero espectador de paso. Sólo en aquellas sociedades en las que todos sus ciudadanos echan el freno y detienen el tiempo para decidir sobre asuntos de trascendencia, se consiguen aceptables niveles de convivencia y eficacia en la acción de gobierno. Algunos ejemplos, referidos hasta la saciedad, son las sociedades de Finlandia, Irlanda o Polonia. En estos países se ha conseguido un pacto social que sitúa la Educación en el vértice de la sociedad.

Volviendo al principio del artículo, ahora sí me importa que contestes a la siguiente pregunta: ¿no crees que la Educación iría mejor si entre todos devolviéramos la autoridad al profesorado y reconociéramos la importancia de su trabajo? Que el 80% de los profesores de Secundaria hayan soportado faltas de respeto a lo largo de su vida profesional o que el 70% hayan sufrido agresiones físicas o verbales, puede indicarnos de qué estamos hablando realmente.

Los sindicatos podemos, y de hecho lo hacemos, exigir a la Administración que ponga los medios a su alcance para evitar o minimizar estas situaciones: Compromiso Social por la Convivencia firmado el 7 de noviembre pasado, pero el resto de la sociedad debe implicarse y tomar conciencia de esta situación. Una mesa normalmente tiene cuatro patas, y en la de Educación hasta ahora el peso ha recaído casi en exclusivamente en la pata del profesorado.

*Presidente autonómico de CSI-CSIF Enseñanza