Debido a que la velocidad de la luz es varias veces mayor que la del sonido, algunas personas pueden parecernos brillantes antes de escuchar las tonterías que dicen». Recordé esta simpática cita mientras desayunaba un breve café con churros, perplejo ante el cartel de una de las organizaciones agrarias que concurren a las elecciones del próximo día doce de marzo.

Para no herir sensibilidades, omito el eslogan dando por supuesto que los correspondientes a las restantes organizaciones será iguales de «sesudos».

¿Creerán --pensé-- estas criaturas lo que firman? ¿Habrán hecho autocrítica de su labor en el periodo que concluye aquellos bienaventurados tocados por el dedo del «diosecillo» de turno y colocados en esas estructuras férreas, piramidales, inamovibles y serviles que son --a imagen y semejanza de los partidos políticos-- nuestras organizaciones agrarias donde, al ser la democracia interna inexistente, los cuadros de mando parecen eternizarse en formol?

No tienen fuerza porque carecen de coherencia y principios. El dogal de las prebendas y subvenciones que les pone el partido de turno acaba paralizándolas y las reduce a meras gestoras de la cada vez más extenuante burocracia. Qué razón tenía Aldous Huxley cuando afirmaba:

«La pantomima que se escenificará el próximo día doce no tiene otro responsable que la apatía de los agricultores y ganaderos de esta región abandonada a su suerte por la indolencia de los mismos que, haciendo dejación de sus derechos, protestan individualmente cuando la Administración --variante burócrata de señor feudal más que servidora-- les aprieta su zapato.

Mi voto en blanco --¡ojalá fueran millares!-- será la forma de patentizar mi desacuerdo y mi crítica. Quiero “curarme en salud” haciendo mías las palabras de Gandhi.