Esta última remodelación del Gobierno pilló a todos por sorpresa, al tratarse de un movimiento orquestado desde la aparente calma de unas fechas a caballo entre el fin de curso legislativo y el inicio del periodo prevacacional. Muchas veces se había especulado con la posibilidad de un cambio, pero ésta era una bala que el presidente guardaba en la recámara, y que ha sabido administrar buscando el momento más oportuno, con el fin de inyectar una energía capaz de revitalizar el último tramo de esta legislatura tratando, en un golpe de efecto, de dar un nuevo impulso, de abrir la acción política a la sociedad de cara a las elecciones generales del 2008. A algunos estos cambios les parecerán inoportunos, fuera de contexto e insuficientes, pero son el inicio de un tiempo de corrección política que se enmarca bajo el signo de unas circunstancias diferentes.

Este hecho viene a despejar las dudas que existían respecto al posible adelanto del proceso electoral, y da fe de que existe el claro propósito de completar el periodo que queda de legislatura, culminando así el compromiso adquirido con el electorado, ya que revela una intención inequívoca de retomar la iniciativa política a partir del debate sobre el Estado de la Nación, hasta consumar aquellos compromisos electorales que quedan pendientes, en una acción orientada más hacia la ciudadanía y sus problemas reales que hacia el empecinamiento de los temas candentes y controvertidos que han podido constituirse en determinados momentos en una injustificada obsesión, capaz de provocar una permanente situación de empate técnico en la intención de voto.

Hay que reconocer que el tiempo que queda para planificar y desarrollar nuevos proyectos es escaso, pero lo que ahora se pretende es dar continuidad a la tarea legislativa emprendida por otros, desarrollando aquellas leyes bajo unas circunstancias y con unos intérpretes diferentes. No se trata de una remodelación fruto de una crisis profunda provocada por un estado de ingobernabilidad, sino de un retoque poco significativo que no afecta al núcleo duro y más estable del Gobierno, y que se centra en sectores con mayor proyección social como Sanidad, Cultura, Vivienda y Administraciones Públicas, con la pretensión de que la opinión pública constate que el Gobierno se renueva para mejorar su imagen, para reubicarse y encarar este último tramo de la legislatura evitando la sensación de cansancio, de agotamiento y el presentido eclipsamiento de algunos ministros bajo la trayectoria personalista del presidente. Esta reestructuración es como la poda que se le hace al árbol para provocar su regeneración, para darle un nuevo brío basado en la ética y en la estética de un proceso vivo y cambiante.

Se trata de la primera remodelación propiamente dicha que realiza este Gobierno, ya que los cambios anteriores fueron fruto de reajustes de carácter coyuntural, ocasionados por la dimisión de algún ministro o como consecuencias del cambio de destino de otros obligados por compromisos electorales, pero esta remodelación, siendo numéricamente la más importante, tampoco ha afectado a los órganos vitales de un Gobierno que, conserva intactos los ministerios más influyentes como las vicepresidencias y las carteras de Trabajo, Interior, Defensa y Asuntos Exteriores. Ni se trata de propiciar un cambio puramente aparencial como algunos han pretendido ver, ni de un juego de simulación para distraer la atención de la opinión pública hacia otras cuestiones, ni de un escoramiento hacia la izquierda buscando la aquiescencia de los sectores más radicales, ni pretende soltar lastre y desprenderse de elementos incómodos o perturbadores, sino que se trata de buscar una nueva imagen de cara a este tramo final de la legislatura, de pretender esa complicidad tan necesaria con el electorado a partir de un contacto más abierto y directo con la calle, al incorporar a dos personas independientes al frente de los ministerios de Sanidad y de Cultura, profesionales de una probada valía intelectual proveniente del mundo de las letras y de la investigación.

A resultas de esta suerte de cambios, Extremadura pierde su único referente personificado en María Antonia Trujillo que ha sido la víctima de un sector voraz, donde a pesar de haberse experimentado un extraordinario crecimiento a lo largo de estos últimos años, no se ha podido controlar el precio final de las viviendas, sometidas a un proceso de desbordada especulación. Un ministerio este que cuenta con muchas de sus competencias transferidas a las comunidades autónomas y a los ayuntamientos, con muchas responsabilidades y con pocas posibilidades de acción, un ministerio que admite poco lucimiento debido a que el alto precio de las viviendas y su inaccesibilidad repercute de forma negativa sobre el bolsillo de los ciudadanos y convierte cualquier medida en problemática y antipopular.

*Profesor