Jefe del Estado Mayor del Ejército

En el accidente de Trebisonda (Turquía) murieron 62 soldados nuestros, junto a 12 ucranianos que formaban la tripulación del Yakovlev 42. Digo nuestros, porque los 40 componentes del Ejército de Tierra, los 21 del Aire y el de la Guardia Civil son parte de nuestra vida, de nuestra esencia, de nuestros pueblos, de nuestra sociedad.

Escribo por el respeto que le tengo a este medio. Escribo por el respeto que les debo a estos hombres que, asumiendo riesgos, eligiendo como dicen nuestras ordenanzas "los lugares de mayor riesgo y fatiga" encontraron la muerte a tres horas del merecido descanso, del abrazo familiar, del encuentro con el amigo o del hijo nacido en la ausencia. Porque cuatro meses alejado de todo nuestro entorno dan para mucho. Se llevan, porque se convive en equipo, el grupo actúa de "compensador emocional", y porque la familia y los amigos que "cubren la retaguardia" son excepcionales.

Al escribir estas líneas, aprovechando estas horas de insomnio, se entremezclan mis experiencias, mis responsabilidades y los testimonios de los familiares con los que hablé ayer. La mayoría, esposas, pues el contingente accidentado era totalmente masculino y, por su edad, casi todos cuadros de mandos. No tengo palabras que me permitan explicar su entereza. Sólo mi emocionado respeto puede ponerme a su altura.

Quisiera unir a nuestro dolor el recuerdo de la tripulación ucraniana. También volaban al servicio de una agencia de la OTAN en una geografía bien conocida por ellos. En esta madrugada del martes 27, sólo cabe en mi mente la voluntad de seguir trabajando, de asumir el mando como compromiso de servicio, y el emocionado recuerdo a estos hombres que, fieles al juramento a su bandera, dejaron su vida en una fría madrugada cerca del Mar Negro.