La descarga popular, política y mediática contra España está siendo considerable en estas dos jornadas --lunes y martes-- de visita de los Reyes a Ceuta y Melilla. Son gestos de todos los colores. Desde documentos contra el viaje real a las ciudades expoliadas hasta marchas callejeras, amén de protestas espontáneas ante nuestra Embajada, manifestaciones y ametrallamiento de palabras en los medios informativos sobre la provocación española y las heridas que está causando en el sentimiento colectivo de los marroquíes.

La cuerda de las relaciones hispano-marroquíes se ha puesto tensa, pero apuesten ustedes a que no se va a romper de ninguna manera. El Gobierno Zapatero lo sabe, porque ha hecho un adecuado cálculo de resistencias y se limita a aguantar el chaparrón y esperar que escampe. Lo vemos en el tono moderado de sus reacciones al malestar del vecino país. La única respuesta normal , y a la vez contundente, que está de mano del Gobierno español es precisamente el hecho mismo de llevar a cabo la visita. No puede haber otra mejor.

Nadie puede extrañarse de que los Reyes quieran hacer patria. Afirmación enteramente aplicable al presidente del Gobierno por cuenta del mismo viaje y las mismas intenciones. Más aún: desde el punto de vista político, la afirmación tiene su origen en la voluntad del presidente y resulta aplicable, en segundo grado, a los Reyes. Así se deduce de lo dispuesto en la Constitución sobre la responsabilidad política del Rey, que no es tal, pues sus actos carecen de validez (excepto los nombramientos de la Casa Real), si no están refrendados por el presidente del Gobierno o, en su caso, por los ministros.

Ese rodeo sirve para afirmar que quien ha decidido hacer patria es Zapatero . Por razones electorales. Eso no resta valor al hecho objetivo de un viaje largamente esperado por ceutíes y melillenses, pero tampoco impide constatar el baño de españolismo que pretende el presidente del Gobierno de cara a las urnas marzo para compensar los tratos con ETA, la política catalanista y la flojera en el reciente acoso a los símbolos nacionales. Además tiene necesidad electoral de desmontar los climas artificiales de opinión fabricados por el PP y sus falanges mediáticas, cuyos lemas más socorridos son "España se rompe" y "La Patria está en peligro".

He ahí la formidable carga electoral del viaje. En el haber de Zapatero, claro. Su mandato pasará a la historia de las dos ciudades españolas del norte de Africa como el único que dispuso una visita oficial del presidente del Gobierno y otra de los Reyes, algo que ceutíes y melillenses llevaban esperando inútilmente desde hace ochenta años, en el caso de la visita real (Alfonso XIII hizo el viaje en 1927), y veintiséis, en el caso de la del presidente (Suárez estuvo en 1981).