Sólo una tertuliana denunció ayer en Casa Antonio Jiménez (Radio Nacional de España), "la traición" al PSOE perpetrada por los dos diputados socialistas que el martes quebraron en la Asamblea de Madrid la mayoría de izquierdas surgida de las urnas. Fue Pilar Cernuda; y no fue rebatida por ello, pero Carlos Dávila, Manuel Soriano y Antxon Sarasqueta se dedicaron a otra cosa en hora y media de tertulia, trufada con declaraciones de José Acosta, Joaquín Leguina y Pío García Escudero. Sarasqueta abrió fuego negando que las elecciones hubieran dado "una mayoría de progreso" en Madrid y despotricando de Llamazares, el líder de IU que había reclamado respeto para ese veredicto. Y por eso mismo Dávila negó la condición de demócrata a Llamazares: "No respeta el juego de la democracia; está ahí para frenar el sistema, ha intentado volarlo, se aprovecha de él como hacían los estudiantes de Berkeley en el 68, pero nada más". ¿Conclusión? "Al PSOE --dijo Dávila-- le viene mal ir con la muleta de Llamazares, con un personaje así el PSOE tendrá que pensar si todo lo que le pasa no es por eso".

Y dicho eso, Dávila, Sarasqueta y Soriano despotricaron del PSOE y de Rodríguez Zapatero, escudriñaron el futuro y buscaron explicación al esperpento montado por Tamayo y Sáez, sin censurar su traición y su chantaje, sin pedirles que devolvieran su escaño, apiadándose de ellos por las "amenazas y acusaciones que recibirán". ¿Qué cabía esperar --Dávila dijo que esta crisis "es un problema del PSOE, pero no de la democracia"-- de estos expendedores de carnets de demócrata?