Apesar de que puedo dar la impresión de ser uno de esos ciudadanos que van ladrando rencor por las esquinas, quiero pedirle al señor Aznar que no me ponga a salvo de Sadam Husein, si ha de ser a cambio de ir a la guerra.

Dice el presidente del Gobierno que tiene pruebas de que el líder iraquí nos quiere mal a los españoles y que hoy las presentará en el Congreso, para que aceptemos gustosamente la intervención. Si él cree que nos va a librar de un peligro tan descomunal como el que anuncia, debe de estar esperando que le demos las gracias, lo cual, dicho con todo respeto, uno no piensa hacer, pues somos un 69% los españoles que no queremos la guerra y que estamos convencidos de que, entre unos y otros, la van a liar. Por bigotes, en el caso de Aznar y del líder iraquí. Si Bush está empeñado en ir a la guerra, que vaya solo.

Sé a lo que me expongo al dirigirme de manera tan desconsiderada al hombre más poderoso de la Tierra. Que me tilden de aislacionista rancio, que es lo que ha llamado Aznar a Zapatero. Falso. No somos aislacionistas. Somos solidarios con las posturas de Francia, Alemania y otros países, y con los ciudadanos del mundo que no se fían de las razones que esgrimen los partidarios de atacar. Quieren que me crea lo que ellos dicen. Que me convenza de los males que Sadam tiene reservados a España. ¿Qué le hemos hecho? ¿Tanta geografía sabe y con tanto odio nos distingue?

Que no quieran salvarme. Absténganse de protegerme a la fuerza los protectores que no he reclamado. Ya tuvimos un salvador de la patria hace muchos años y salimos escaldados.