El ‘referéndum’ (mejor en cursiva que adjetivarlo de falso o ilegal) se celebrará pese a las actuaciones del Estado, tanto las habidas como las que habrá. De las habidas, por cierto, una pregunta: ¿a qué esas detenciones apresuradas, para qué, días antes del día de autos, cuando bastaba con intervenir las cuentas autonómicas para prevenir a la Generalitat de hasta dónde es capaz de llegar el Estado? La falta de respuesta es la respuesta callejera de estos días, denunciada a su vez por sedición.

La dificultad del Estado para impedir el ‘referéndum’ no es el «plan de contingencia» que el presidente de la Generalitat dice tener, y que no consistiría en webs clandestinas o en solicitar permiso paterno para movilizar a escolares o en requisar llaves de colegios e institutos, se supone, porque eso ya lo ha hecho. En realidad, el ‘referéndum’ se celebrará gracias a Dios, es decir, a la Iglesia, que era raro que no hubiera dicho una palabra (no ya la última, como suele, sino una). Y es que, según un manifiesto suscrito por casi 400 párrocos catalanes, «el Evangelio defiende este referéndum», aunque no se especifique qué evangelio, si el de Mateo, el de Marcos, el de Lucas o el de Juan. Y a ver qué hace el Estado con Dios.

A ver qué hace, más exactamente, con esos obispos que dicen que la Constitución «no es sagrada» y que por encima de la Constitución está la Biblia. O con esos cristianos nacionalistas, hombres de fe, temerosos de Dios, que piden a sus diócesis que pongan los lugares de culto «a disposición del Govern para que, en caso de grave impedimento, Cataluña pueda votar». No hay Estado que pueda con eso. Ni Dios que lo resista.

¿Quién decía que la Iglesia no tiene opiniones políticas? La Iglesia no solo tiene opiniones políticas sino que incluso recomienda el voto en épocas electorales o, como ahora, apela a Dios para justificar el ‘referéndum’ y arremeter contra el Gobierno por estar «atentando a (sic) la dignidad, a (sic) la libertad de expresión y al (sic) derecho de autodeterminación de los pueblos, que es algo que recoge la doctrina de la Iglesia». No, no tomaréis el nombre de Dios en vano.