La selección española de fútbol está en la situación de siempre: en apuros y pendiente de hacer a última hora lo más difícil después de no estar a la altura en situaciones mucho más fáciles. Para asegurar la clasificación deberá al menos empatar con la selección portuguesa, que juega en casa y también se jugará la continuidad.

La selección estuvo mediocre frente a Rusia. Pero como ganó siguió la euforia y no se corrigieron los errores: ni la falta de consistencia creativa del centro del campo ni la escasa capacidad ofensiva de la delantera. Es imposible que el seleccionador no percibiese la baja forma de Raúl, capitán del equipo y uno de los responsables de la temporada desastrosa del Real Madrid. Pero aun así renunció a enfrentarse a la presión de los periódicos, radios y televisiones y volvió a alinearlo ayer. También repitió el resto del once. La selección volvió a estar mal, esta vez empató y ahora necesita casi un milagro.

Nuestro fútbol mueve a una multitudinaria y apasionada afición, pero trabaja sin seriedad. Los fichajes de futbolistas extranjeros rutilantes tapan deficiencias. Pero cuando, sin ellos, queda al desnudo, como ocurre con la selección, muestra su discreta e irregular talla.