Ante algunos comentarios faltos de rigor y alusiones personales carentes de la menor referencia real, me veo obligado a dejar claros, espero que de una vez por todas, ciertos aspectos de los hechos en los que me he visto involucrado en los últimos días.

En primer lugar sólo personas con una visión simplista de la realidad --por no interpretar aviesas intenciones-- pueden pensar que las movilizaciones del día 7 de noviembre, con la adhesión de más de cien centros docentes, tuvieron como único objetivo apoyar a un profesor.

Por otro lado, paso a aclarar puntos concretos que me atañen personalmente:

Primero: el IES Santiago Apóstol jamás ha sacado a la luz el nombre del menor en cuestión; si este nombre ha aparecido en alguna ocasión, esto es responsabilidad única de su padre.

Segundo: en ningún momento he reconocido haber insultado a este alumno. Lo único que, en un alarde de sinceridad y candidez del que ya me voy arrepintiendo, dije ante el señor juez es que no recuerdo con pormenores un conflicto ocurrido hace año y medio, entre otras cosas porque, lamentablemente, en mi despacho de jefe de Estudios he de enfrentarme cada día a decenas de situaciones parecidas.

Tercero: para insultar hay que tener ánimo de hacerlo, cosa que el señor juez supuso basándose únicamente en el testimonio del denunciante y un colega suyo, puesto que otros testigos aportados por la acusación fueron desestimados ante las evidentes contradicciones en sus declaraciones, según se reconoce en la propia sentencia.

Cuarto: ¿qué credibilidad puede tener una persona después de afirmar que a su hijo le aplicaron cuatro o cinco puntos de sutura en una herida cuyo parte médico --que ha sido publicado en los medios de comunicación-- reza que se trata de un simple rasguño sin tratamiento alguno? ¿Qué educación está dando a su propio hijo, que es plenamente consciente de que su padre miente?

Quinto: ¿qué actitud creen ustedes que debe tomar un jefe de Estudios ante un alumno que es capaz de decir a una profesora: "Ten cuidado que te veo en el parque y sé quién es tu hijo". Si les parece me callo y le alabo el gusto.

Sexto: soy el primero en no querer conflictos en las aulas; no en vano me paso más de media vida en ellas. Soy el primero en plantear el diálogo como solución a los problemas. Esto no ha sido posible en esta ocasión porque el padre denunciante jamás se ha presentado en mi despacho para hablar conmigo, despacho cuyas puertas siguen abiertas para él y donde será atendido en cualquier momento que quiera, puesto que su hijo, a pesar del trato vejatorio sufrido hace dos cursos, sigue siendo alumno de este centro.

Estos eran los puntos que quería aclarar, que atañen a mi actuación personal, avalada por cientos de testimonios de padres, profesores y alumnos, y por dieciséis años de trabajo, la mitad de ellos como jefe de Estudios de este centro, cargo que, mal que a muchos les pese, sigo ostentado --si bien espero que por poco tiempo--.

Carlos Cabanillas **

Almendralejo