Cuando un sujeto se permite declarar que España y Cataluña son diferentes porque «la sociedad catalana se mueve más por espíritu de construcción, avanzar, esfuerzo, compromiso y responsabilidad», y que esa diferencia es «la misma que separa Dinamarca del Magreb», no solo está dando muestras de que ese prejuicio casposo que verbaliza lo tiene fundido en sus vísceras y forma parte de su idiosincrasia de modo inextirpable, sino también de que en su partido se ha abierto la veda para decir en alto lo que algunos pensaban, perdón sentían, por lo bajini. El vómito del alcalde de Blanes exterioriza en toda su asquerosa textura y repugnante fetidez, un peligrosísimo convencimiento último de superioridad no ya de la raza sino de la conformación toda físico psíquica catalana, con la paradoja añadida de que el buen hombre es natural de Narila, «poble de l’Alpujarra granadina», según la página web de su ajuntament. Es lo que ocurre con los sentires, cuando se liberan de la racionalidad.

Repare el amable lector, aunque seguramente ya lo habrá hecho, en que el regidor del portal de la Costa Brava no solo desprecia al resto de los españoles, sino también a los magrebíes, y que está considerando a toda la sociedad, al norte y sur del estrecho de Gibraltar, movida por un espíritu de destrucción, retroceder, apatía, irresponsabilidad y ausencia de compromiso.

Es de suponer que en Narila estarán pasmados.

Para que no falte de nada, el alcalde, en su locuacidad, derivó por otros rumbos, aun más viscerales si cabe, añadiendo que en el referéndum que pondría las cosas en su sitio, solo debe participar la sociedad catalana, suponemos que incluidos todos los expatriados a los que Puigdemont no ha logrado involucrar, porque dicho plebiscito «afecta al sentir de los catalanes».

Luego, Iceta y algunos otros compañeros despavoridos han intentado desautorizarlo sin éxito. Pues ya el líder recién entronizado por las bases lo dejó claro ante la pregunta del debate: ¿Tú sabes lo que es una nación? Pues claro, un sentimiento. Ahora mucho me temo que ya no hay vuelta atrás.