El pasado día 20 de junio Día Mundial del Refugiado, Anna Terrón en el periódico El País suscribe: «La institución del asilo entró de lleno en el derecho internacional en la segunda mitad de los años sesenta, cuando el Protocolo de Nueva York eliminó los límites geográficos y temporales de la Convención de Ginebra, circunscrita a dar refugio a aquellos obligados a huir de sus hogares....

El Día Mundial del Refugiado es un buen momento para recordar la responsabilidad europea con la institución del asilo y con quienes necesitan de ella. Un buen momento para ser de verdad realistas y renovar la ambición de construir un espacio interior de libertad, seguridad y justicia capaz de proyectarse hacia el exterior».

Todo esto suena muy bien, pero son verdades a medias, porque es evidente que lo que aquí se declara, no se cumple honradamente. La determinada ley no sigue un proceso justo. Siempre se ignora al sufrido pueblo saharaui que lleva más de 40 años refugiado en el desierto argelino. Es indignante y nada honrado que los medios de comunicación lo callen, y una verdadera vergüenza que siendo los gobiernos de España los responsables de esta situación hagan lo mismo por la privilegiada relación que el Estado español tiene con la monarquía Alaui.

El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados cifra en 200.000 personas las que malviven en la Hamada argelina, dependiendo de la ayuda internacional que se ha desplomado durante la crisis económica.

Dejando por una vez al lado la actitud de situaciones graves y las ofensas mal intencionadas o sea las muchas cabronadas que tienen que aguantar los saharauis por parte del gobierno marroquí y su policía, la pregunta es esta: ¿Ellos no son refugiados?