TCtuando en Cáceres los videoclubs surgían hasta en los rincones más inesperados, como inusual plaga bíblica, un tema recurrente de conversación en las pausas funcionariales del café era saber cuándo y dónde llegaría tal o cual película. En el reino de la inmediatez que es el mundo actual, la espera de dos años para ver una película puede sonar a ciencia ficción... pero los "estrenos" eran pieza codiciada y su llegada no estaba "marketinianamente" planificada. Es curioso que nunca como ahora hayamos tenido tanto acceso cultural a mano y demos la sensación como sociedad de despreciar indulgentes esa capacidad.

Una de esas películas esperadísimas (al menos, por mis padres) se llamaba "El síndrome de China". Eran los años en los que una guerra nuclear era la amenaza global que todos temíamos, una psicosis colectiva que nos tenía pendientes de esos teléfonos rojos, que precisamente veíamos en las películas de videoclub. Normal que proliferaran los filmes que esta temática, en los que brillaba este drama, cuyo título hacía referencia a una fusión nuclear de tal carácter que atravesaría el suelo de Estados Unidos hasta llegar a China. Los yanquis son capaces de poner nombre extranjero hasta a sus propios miedos. Que se lo digan a Trump .

A la pregunta que lanzan medios nacionales y extranjeros acerca de si el desafío soberanista supone la mayor amenaza (que no única) a la incipiente recuperación económica en España, yo sugeriría mirar hacia Beijing. La terrible caída del mercado bursátil chino vivida la última semana ha puesto al mundo en alerta. Pero lo cierto es que no son circunstancias desconocidas para el mundo financiero, que operaba al tanto de los desequilibrios propios de la economía del gigante asiático.

Sin embargo, dos puntos que "justificaban" la confianza en una estabilidad que no tenía mucho de real: la planificación y la facultad de intervención del gobierno en la economía china y la capacidad del resto de agentes de "controlar" estos desequilibrios. Una sensación de seguridad que recuerda peligrosamente a la actitud de los banqueros centrales en el verano "pre-Lehman Brothers".

XLA PALABRAx "ajuste técnico" ha sido la más usada estos días para describir la debacle bursátil. Una manera de aislarlo de la economía productiva, como un virus sin contagio más allá de las estrechas paredes de la inversión financiera. Pero conviene mirar con lupa: ante la enorme burbuja de crédito del país (dos veces ha intervenido ya el sector público inyectado líquido en el sistema bancario), el gobierno incentivó y empujó a unos ciudadanos endeudados a la inversión en bolsa. Con lo que la caída de estos días supone un "ajuste" calculado en más del 1,3% del PIB, del patrimonio de las familias china. Para que se hagan una idea, muy superior a las pérdidas que provocaron la crisis de las "puntocom" o el estallido de las hipotecas "subprime"... es algo más que un severo ajuste.

El "síndrome" que muestra la China actual es una triple burbuja: endeudamiento, inversión e inmobiliaria. Sencillamente, la madre de todas las burbujas cuya detonación es tan imprevisible como evidentes son las consecuencias negativas que tendría para la economía mundial. La deuda china se ha disparado un 250% en solo siete años, entre 2007 y 2014, se sufre una aumento de la morosidad (antes prácticamente inexistente) lo que provoca una moderación en el crédito, y tiene un efecto parada sobre un sector inmobiliario ya saturado. ¿Les suena? Me temo que no estamos ante una crisis temporal sino frente al final de un modelo de crecimiento que no da más de sí.

¿Cuáles son los efectos para el resto de países de una implosión de esta triple burbuja? La simple evocación de los resultados pone los pelos de punta: hablamos de China, una superpotencia que ha vivido un crecimiento sin parangón histórico y cuyos tentáculos en una economía mundial hiperconectada asustan. Por poner un ejemplo: China es el mayor comprador mundial de deuda emitida por Estados Unidos, con lo que un parón supondría una enorme inestabilidad en los mercados mundiales de deuda y monetarios (efecto sobre el dólar).

Sin duda, China tiene capacidad de maniobra para limitar el impacto de sus burbujas. Pero la actuación de las autoridades hasta ahora no genera confianza. Un frenazo en seco de China sólo podría paliarse con un crecimiento similar en las economías occidentales. Pero ese es el que (aún) no vemos. Por cierto, ¿cuál es el mayor temor en Londres sobre una España que ya crece al 3%? No es Cataluña. Ni China. Sino la inestabilidad política. Bendito noviembre.