Somos la familia que el fatídico 10 de agosto nos vimos inmersos en la tragedia del fallecimiento de tres de nuestros miembros. Ciudadanos normales sumergidos en una vorágine de sucesos que te dejan totalmente hundido e indefenso por no saber reaccionar ante tal cúmulo de desdichas. Por este motivo, queremos dar las gracias a todas las personas que tanta ayuda y consuelo nos ofrecieron. Al Hospital de Sant Pau, y en especial a Lourdes y al doctor Ernest, por su apoyo. Al 112 de emergencias. Al grupo de homicidios, Mossos y policía judicial, por su humanidad. A cuatro maravillosas trabajadoras de servicios sociales que nos guiaron por el intrínseco camino de la burocracia. Al hotel Sagrada Familia, que nos ofreció un lugar donde refugiarnos. Al personal del tanatorio de Gran Via y a los agentes de Santa Lucía. Fuimos tratados con humanidad y amabilidad por todos ellos, cualidades que creíamos desaparecidas en este mundo. Pero no queremos despedirnos sin dar un tirón de orejas a algunos periodistas y televisiones, por no contrastar en los lugares debidos sus noticias. Gracias a todos.

Patria insana

Qué clase de Nación sois

Diego C. Pedrera

Malpartida de Cáceres

Por más que lo he intentado no llego a atisbar de dónde arranca ese profundo odio que sentís hacia todo aquello que huela a español. Puede, por mi condición de extremeño, que nunca llegue a saberlo. Para mi fortuna, y a diferencia de vosotros, mi apego territorial no es excluyente y no me impide poder sentirme de la misma manera y a la vez español, portugués (tierra a la que amo y con la que compartimos una larga historia) y quien sabe si no también europeo. La del sábado era una manifestación de dolor, de repulsa a la violencia, una muestra de fortaleza ante el terrorismo yihadista que amenaza seriamente nuestros valores y nuestra manera de vivir y que vosotros, con vuestros silbidos, con vuestros abucheos, con vuestro desprecio y con vuestros trapos ondeando al viento convertisteis en un vergonzante espectáculo propagandístico para la causa independentista. En mi tierra, en mi pueblo, en mi casa, nadie que venga a presentar sus respetos hacia los muertos caídos será mal recibido. Creo que eso no ocurre en ninguna otra tierra, pueblo o casa del mundo, salvo en esa patria insana e infame que habéis construido a base de rencor en vuestras mentes. ¿Tan hondo es el daño que os hemos infligido y tan lacerante la memoria compartida para que menospreciéis de forma tan injuriosa nuestro duelo? A toro pasado, os escudareis en que los silbidos, insultos y abucheos solo iban destinados al presidente del gobierno y al rey por considerarlos culpables de los atentados, sin menoscabo del resto de españoles. Pero es la estrechez mental propia de gañanes desconfiados, la que os impide ver que esos señores fueron en representación de todo un pueblo, el mío (y aunque mucho os pese, también el vuestro). ¿Acaso recibiríais de la misma manera a la reina de Inglaterra, al presidente de la república de Francia o la canciller alemana de haber acudido a la manifestación para presentar sus respetos? Os sentís tan orgullosos, tan esplendidos, tan soberbios imbuidos y cegados por ese delirio colectivo de independencia, que sin quererlo (o lamentablemente queriéndolo) dais la espalda a vuestros hermanos, aquellos que han compartido pasos, alegrías y miserias con vosotros durante quinientos años y de los que ahora repudiáis hasta el dolor por los atentados de las Ramblas y de Cambrils. Habría sido bonito que al menos por un día, y por una noble causa, hubiésemos cabalgado todos juntos. Los muertos inocentes lo merecían.