Hay imágenes que se nos quedan prendidas en la retina por lo que tienen de novedosas, de tiernas, de sorprendentes, de claros exponentes de una realidad que a veces, por las prisas de los propios acontecimientos, apenas si dan para algo más que para unas líneas escritas a vuelapluma, pero que analizadas en profundidad podrían darnos las claves de algunos acontecimientos que han tenido lugar en nuestro país en los últimos días. Me estoy refiriendo a la noche de marras, a la noche de las elecciones, después de que se supiera ya que el vencedor era el candidato socialista y el perdedor el candidato del PP. Cuando ambos salen acompañados de sus esposas a saludar a sus hinchas.

Nunca antes Mariano Rajoy se había mostrado tan vulnerable en público, nunca su desilusión había quedado tan patente ante los suyos y ante los millones de espectadores que seguían con interés todos y cada uno de sus gestos, de sus palabras, como cuando Viri (Elvira), su mujer, le rodea con sus brazos, en un intento desesperado por darle la fortaleza que en ese momento le faltaba. Fueron apenas unos minutos, que a ella se le debieron hacer eternos, porque nadie como la propia esposa para saber el mal trago que estaba pasando el líder del PP, y las dificultades que va a tener que sortear desde el momento mismo en que abandonaron el balcón de las victorias.

Dicen que Rajoy lloró cuando supo el resultado final, lo que nadie sabe es lo que dijo cuando llegó a su casa y se despojó de la máscara de político duro e indescifrable, y dio rienda suelta a su amargura, a su rabia. Solo ella, sólo Viri, podría decir si verdaderamente estuvo en un tris de tirar la toalla, o si por el contrario, sacó pecho y se dispuso a dar una batalla que presumo va a ser larga y en la que se va a dejar muchas ilusiones y jirones de piel.

Sentimientos que conoce bien Sonsoles Espinosa , la mujer de José Luis Rodríguez Zapatero , que esa noche mostraba su cara más feliz y radiante, por el triunfo indiscutible de su marido. También ella podría escribir un libro sobre quién contra todo pronóstico ha ganado dos elecciones consecutivas; sobre sus noches de insomnio, sobre su dolor cuando se entera de que ETA ha matado a dos inmigrantes en la T4, a dos guardias civiles en Francia, y a un socialista en Mondragón. Sobre su impotencia y la de su familia cuando escuchan decir a Rajoy, una y otra vez, que el presidente es un mentiroso y un vendepatrias...

Cuatro años en el poder y en la oposición dan para mucho, lo que ninguna de las dos ha aprendido en este tiempo es cómo explicarles a sus hijos que las descalificaciones, los insultos, las mentiras, que cuentan de sus padres, son parte del paisaje, del paisanaje y no deben afectarles. Difícil tarea ¿no les parece?

*Periodista