Menudean en Extremadura últimamente los titulares sobre la marcha de nuestros jóvenes, hoy día generosamente titulados. Se forman en la Universidad de aquí o de fuera, buscan durante unos meses trabajo, y buena parte acaban marchándose sin haber encontrado esa oportunidad.

Son unos 2.500 anuales en los últimos años, en una descompensación tremenda entre esa fábrica de títulos que son las universidades, y la capacidad de la actividad económica privada regional, cada vez más esquelética ante un sector de administración pública que por eso administra menos y que por razones de lógica económica, Bruselas mediante, también tiene las manos atadas para seguir engordando con la velocidad y locura que lo hizo años atrás.

Los jóvenes siguen marchándose más que viniendo, pero igualmente los hay que encuentran esperanza en unas iniciativas que días atrás puso de manifiesto la visita de una comitiva oficial a dos empresas tecnológicas. En una se dedican a diseñar componentes novedosos para coches eléctricos, y en la otra se sigue trabajando en el logro de un ingenio que permita la extracción mecánica del corcho al margen del hacha tradicional.

El plan de empleo joven autonómico, en su programa de aprovechar la innovación y el talento, ha conseguido reclutar a más de 200 jóvenes titulados de nuestras universidades, en pequeñas empresas que conciben, imaginan, investigan y desarrollan productos de valor añadido tecnológico.

Una docena de esos jóvenes han venido de fuera, de Gran Bretaña o de Madrid, y al igual que el resto exploran en campos de futuro como el cambio de energía en los automóviles -Fernández Vara afirmó en una charla periodística que la Unión Europea no permitiría el gasóleo más allá de 2030-, hacia el modelo híbrido gasolina-eléctrico o puramente eléctrico. Habrá grandes fondos oficiales para esa transición, un punto que se une a otros en los que imaginar y aprovechar el futuro como hacen estos jóvenes tales como mejorar la eficiencia energética de empresas y entidades, la industria 4.0 (digitalizada), extender la robótica, o concebir nuevos sistemas que prolongan la vida de la fruta de hueso.

Una música de esfuerzos privados, de gerentes y trabajadores de pequeñas empresas, de metas de eficacia, de equipos de empresarios, profesores e investigadores universitarios, y jóvenes entusiastas que se lo creen, pero que queda apagada ante las trompetas estridentes del correr cotidiano de la teatralidad política en la que se pide la dimisión del consejero de Sanidad y Política Social, José Vergeles, por un documento para un plan contra listas de espera elaborado al principio de la actual legislatura socialista, en 2015. Un asunto explotado por un Partido Popular que sigue sin encontrar una vía de oposición potente, y en el que coincide con un Podemos que también ha pedido la dimisión por esa frase escrita, de un director general de la Consejería de Sanidad, solicitud que ha suscitado alguna crítica en la izquierda regional que ve un ‘seguidismo’ al PP elaborado entre otros materiales con la atribución en un cartel a Vergeles de una frase que nunca dijo.

EL DOCUMENTO es un plan operativo para disminuir las listas de espera, en el que se relata cómo funcionan y qué orígenes y efectos tienen, entre otros el actuar como mecanismo desincentivador entre pacientes que no van a mejorar mucho y tienen recursos económicos para irse a la privada, o el funcionar como tiempo de reflexión para que se piensen mejor si se quieren operar o no. La diferencia entre tomarse el texto como una descripción de lo que ocurre, o como el deseo perverso de promover esos efectos, está en la intencionalidad de quien lea y use esa parte del escrito (tres años después, en época preelectoral), y obvie otras en las que se afirma que las listas de espera sanitarias están presentes en todo sistema público, y constituyen según algunos un factor de justicia social e igualdad porque permiten dar prioridad a unos pacientes sobre otros, como elemento de equidad y cohesión social. Pese a todo, la Junta acaba de pedir disculpas a quienes esperan más de la cuenta.