TEtl teatro está mal de salud, pero es el enfermo ese que ve cómo se van muriendo los demás. El teatro además está en manos del Estado que es el que lo subvenciona, ahorrándose tener que mejorar la atención médica de una clase social bastante desarrollada, que si no tuviera los camiones de la Junta, o los teatros nacionales, etcétera, tendría que sofisticar la atención patológica o psicopatológica de las gentes del teatro.

Pongo un ejemplo, si yo no escribiera teatro, tendría que ir al psiquiatra por lo menos dos veces a la semana, lo que supondría un sobrecoste en la atención médica, sólo para mí.

Como yo estamos mi compañero Murillo, que tiene una sobreatención gracias a ser director del teatro López de Ayala, o Jorge Márquez, en el teatro Romano creo que ha abandonado escribirlo, porque sólo con una ración de Bob Wilson invitándolo en el peristilo a gambas al ajillo o a una de jamón, tienen una atención médica de primera calidad.

Con los actores pasa más de lo mismo. Hacen obras que el público después intenta descifrar en la copa que da la consejería; pero ellos están pimpantes y felices de haberse movido por el escenario casi sin ser entendido pero con una actuación memorable.

El acto ahora da saltos, hablan de espaldas, se tira un pedo si es necesario y es feliz.

Es de agradecer. Con el PP la atención médica a las gentes del teatro subió gracias a que el único actor era Aznar, que se salvó mandándonos a Irak. En la época de Rafael Rivelles el actor que hablaba de espaldas al público no volvía a actuar más. ¿Qué pasaba? Que los frenopáticos en España estaban atestados de actores y autores.

*Escritor