WLwa proliferación de mensajes SMS y por correo electrónico que llamaban a trasladar la violencia de los suburbios al mismo centro de París llevó a las autoridades galas a tomar la decisión de prohibir todas las concentraciones en la capital durante el fin de semana. París se blindaba así por miedo a que las noches comportaran un rebrote de los disturbios, que disminuyeron de intensidad con la proclamación del estado de urgencia, pero que no se han apaciguado en absoluto.

Las medidas de ley y orden cuentan con el apoyo mayoritario de la opinión pública. Pero hasta que se logre imponer con ellas la calma resultará imposible empezar a reconstruir la convivencia rota estos días. La fractura es profunda, y la contumacia del ministro Sarkozy en seguir utilizando expresiones como "gentuza" para calificar a amplios sectores descontentos no ayuda a cerrarla. De todos modos, el intenso debate político y social suscitado en la sociedad francesa permite abrigar esperanzas de que este país sepa encontrar una salida razonable a la crisis. Pero si, recuperado el orden público, no se restablece la confianza de los excluidos a través de medidas sociales efectivas, sólo se logrará una simple tregua, quizá no muy larga.