Conceptos como conflicto, diferencia o, el que viene al caso, tensión, se quieren visualizar como negativos cuando el que impulsa dicho interés persigue el inmovilismo. Es decir que nada cambie (pese a sus slóganes mimetizados de campaña).

Y es que la tensión permite estar vivos. Despiertos. Atentos a la búsqueda de la mejora. No tiene por qué ir siempre asociado al vocablo problema.

Estar en tensión hace que los individuos luchemos por plasmar nuestras motivaciones. Huir de la indiferencia. De lo fácil. De que lo hagan todo los otros .

Por otra parte la tensión logra que las personas escruten todas las posibilidades que les ofrece una misma realidad con el fin de seleccionar las mejores. Lo contrario, la apatía, el sinsabor, el adormecimiento... lleva consigo a la desmovilización.

Y quizás sea éste el quid de la cuestión. Ante una sociedad que algunos pretenden desideologizada y que según la mayoría de los expertos cuanto más tranquila, en el sentido peyorativo del término, es decir, desapegada a lo público, esté, menos acudirán en masa a las urnas.

Y es que, según buena parte de los informes que se pueden leer, una participación en las elecciones generales del 9 de marzo, por debajo del 70% daría el triunfo a la derecha. Un porcentaje más allá del 75% acercaría la mayoría absoluta al Partido Socialista Obrero Español.

Por eso los conservadores, insisten, una y otra vez, en deslegitimar la capacidad de estar en tensión en los próximos días. Por eso han optado por buscar, la otra tensión, la del enfrentamiento cuando se tendía al acuerdo. La de la diferencia cuando se pedía estabilidad. La de la voz única cuando se pretendía la pluralidad.

Así pues, abramos la boca con mesura. La contundencia en la defensa de los mensajes no tiene que estar reñida con la medida de lo que se explicita. La alegría de formar parte de un colectivo (eso es tomar partido) tiene que llevarnos al convecimiento de la responsabilidad de ser elector.

Se oye hablar de votos útiles, futiles, volátiles, consolidados, indecisos... pero nada peor que el votante desinformado. Busquemos los programas, exijamos confianza, hagamos balance, comparemos situaciones y valoremos pues el peso de nuestra decisión. En definitiva, estemos en tensión.