WLwa única certeza sobre la autoría del atentado en el que murió el exprimer ministro libanés Rafic Hariri es que quienes lo hicieron eran profesionales avezados. Pero muchos libaneses no dudan en denunciar la mano de Siria en el crimen. Aunque en un país tan laberíntico no se puedan descartar otras hipótesis, es un hecho que el régimen de Damasco era el principal adversario de un hombre que se presentaba con ánimos de ser el reconstructor material del país y el aspirante a liberarlo de la ocupación extranjera que padece desde 1975.

La dictadura anacrónica de Damasco, convertida en la dinastía de los Asad, actúa como si la situación en Oriente Próximo no estuviese cambiando continuamente desde que el terrorismo provocó la cruzada mundial que Bush empezó en Afganistán, siguió en Irak, y no sabemos aún dónde tendrá su tercer gran escenario...

Washington, París y la ONU coinciden en rechazar la ocupación siria que, como demuestra el crimen de Beirut, no sólo no garantiza la seguridad, sino que amplía la espiral del terror. Con el atentado contra Hariri resucitan el fantasma de la guerra civil en el Líbano y el de un nuevo e impredecible conflicto en el mundo árabe.