Escritor

Me lleva un amigo en su automóvil y oigo una tertulia donde un tertuliano asegura, entre bromas y veras, al socaire de la próxima guerra, que en Europa, o mejor dicho que en la Europa ya consolidada, la guerra ha desaparecido gracias a la Copa de Europa, o sea a pesar del fútbol y por el fútbol. Este deporte de masas ha trasladado la guerra a las aportaciones que los hinchas respectivos hacen de sus libaciones y descontentos, emborrachándose antes de un partido, derivando una masacre o un crematorio a un desafuero urbano, donde la muerte es lo excepcional. Creo que la guerra civil española sufrió un gran parón inmediatamente que el general Moscardó, en lugar de hacer hazañas bélicas con el Alcázar de Toledo, lo nombraron presidente de la Delegación Nacional de Deportes y a los falangistas los hicieron presidentes de federaciones, como el caso de Calero, un viejo falangista, presidente de la Federación Española de Fútbol. No es una broma.

Reflexionando sobre el tema, si los talibanes hubieran jugado mínimamente al fútbol, jamás se hubieran dedicado a su machismo inútil, y lo mismo pasa con Irán. El gran dolor de Gadafi, es que su hijo no haya llegado a ser no un Cruyff, sino al menos el hijo de Cruyff. Y me temo que con Bush pasa tres cuartos de lo mismo. Con Bush y por supuesto con EEUU, donde el fútbol apenas está considerado, llamando fútbol a esa cosa que hacen los americanos con caretas de hierro cruzado y hombreras de plástico en que el hombre se desdobla en un ser hecho más para la guerra que para el deporte. E igualmente el jockey sobre hielo, en que dos equipos se dan la tunda padre durante un encuentro.

El fútbol es otra cosa. Podrá haber violencia, pero en los goles hay más astucia, inteligencia y técnica que otra cosa. Se podrán hacer estrategias contra el contrario, pero sin influencia es imposible doblegar al contrario, dándose el empate en caso de igualdad, y además la sorpresa que es un grado, como en el impresionante gol de Albertini contra el Real Madrid. Cuando el fútbol es de regional, pasa como con Bush, que el matón es el principal elemento del desorden. Es decir, la cosa viene a menores y la inteligencia es sustituida por brutalidad.